|
A
Galopar & Turfinternet
Bienvenido al
foro de A GALOPAR & TURFINTERNET --- Para registrarse, enviar
solicitud por e-mail a joseluis@agalopar.com
|
Relato
de verano: "Nunca te enamores..."
|
Autor |
Mensaje |
Louisville
Registrado: 29 Nov 2006
|
Publicado: Mie Ago 13,
2008 5:35 am
Asunto: Relato de verano: "Nunca te
enamores..." |
|
|
Nunca te enamores…
Para muchos que frecuentamos este foro el interés por
el caballo purasangre va más allá de una mera afición, cosa
que, en mayor o menor medida, incluso nos ha llevado en algún
momento a cambiar de rumbo personal y profesional para
perseguir aquel sueño fugaz de hacer de esta raza y su mundo
nuestra vida. Como se desprende una y otra vez de los mensajes
y relatos vertidos en este foro la raza purasangre fascina no
solo por su aptitud para las carreras sino por su extenso
desarrollo que abarca tres siglos repletos de anécdotas e
historias estrechamente relacionadas con la sociedad moderna
internacional y sus familias de industriales, empresarios,
emprendedores y aristócratas que crían esta raza alrededor del
mundo para las carreras organizadas desde principios del siglo
XVIII.
Sin duda una sociedad que ha marcado la raza
casi desde sus inicios es la norteamericana. Así cuando se
habla del caballo purasangre es imposible hacerlo sin
referirse en algún momento a las líneas de sangre producto de
las grandes yeguadas de centros de cría tan representativos
como Virginia, Nueva York, California, Florida, y sobre todo
Kentucky. Convertido en el 15º estado de la unión en 1792, su
nombre se ha atribuido a varios vocablos indios con
significados tales como prado, pradera, o tierra del mañana.
Conocido popularmente como el estado del Bluegrass por las
extensas praderas salvajes que sembraron los primeros colonos
procedentes de Virginia con hierba de pasto poa pratensis.
Casualmente, esta hierba produce multitud de
minúsculas flores azules que vistas desde lejos dan a las
praderas un aspecto verde ligeramente azulado característico
en los meses estivales.
Tierra de inviernos con nieves y heladas imprevisibles
por la colisión entre los frentes atmosféricos del norte con
la corriente del Golfo de México, y dotado de soleados veranos
remojados por violentas tormentas de lluvia, Kentucky es un
lugar ideal para criar caballos. Tanto es así que, entre otras
razas, este estado produce anualmente unos 10 mil potros de
raza purasangre; un 30% de la potrada total norteamericana
para esta raza. Aparte de las condiciones favorables, el
factor principal que contribuye a semejante volumen de
producción es la cría comercial. Mientras en otros lugares del
mundo la cría del purasangre se hace mayoritariamente por
afición y deporte, en Kentucky constituye un auténtico sector
industrial cuyo impacto económico supera los 3.400 millones de
US$ y genera más de 80 mil puestos de trabajo, convirtiéndolo
en el epicentro mundial de la cría del caballo purasangre.
Como cualquier especialización dentro de un sector,
durante un tiempo la cría comercial sirvió para difundir las
mejores líneas y familias de la raza purasangre alrededor del
mundo. Aunque tiene su inicio en las primeras sindicaciones de
sementales en los años 30 por las yeguadas más célebres de
Kentucky, tales como la copropiedad de Blenheim II, ganador
del Derby de 1930 importado de Inglaterra por Claiborne Farm
en 1936, será a partir de los años 60 con la fuerte expansión
de la aviación a reacción cuando comienza el proceso de
progresiva homogenización de sangres en la cría comercial del
purasangre que ha llegado a nuestros días. A mediados de los
años 70 irrumpe la era Northern Dancer con las compras
focalizadas en este preponderante semental por parte del
magnate inglés de las quinielas Vernon, Robert Sangster y sus
socios, el preparador irlandés Vincent O’Brien y su yerno John
Magnier. Desde entonces las dos magnitudes principales que
conformarán la cría comercial internacional serán la fuerte
especulación en la sindicación de sementales en un entorno
económico altamente inflacionario y el creciente enfoque de
los programas de cría en sangres precoces. La evolución de la
raza purasangre en los últimos 30 años es debatible, pero de
lo que no hay duda es de que el impacto de la cría
norteamericana se ha hecho sentir, para bien o para mal.
Ahora con los calores estivales me viene a la memoria
una soleada mañana de agosto en Kentucky hace ahora justamente
10 años en que precipitaron sobre mí con diversidad
caledoscópica una retahíla de datos y anécdotas entrelazadas
entorno a quien sin duda fuera uno de los mayores criadores
comerciales de nuestro tiempo.
Al igual que nuestro
contertulio Pierluigi y otros que hemos sido peregrinos de la
mítica tierra del Bluegrass, los 7 años que viví en Kentucky
no comenzaron en Louisville, la mayor ciudad del estado, sino
en Lexington, capital de la región del Bluegrass, donde
permanecí un año. Estudiaba y trabajaba con caballos durante
la semana y los fines de semana cuidaba de las madres y
potrillos de la yeguada donde me hospedaba. Apenas tenía
tiempo para nada más pero aún así cada vez que el gerente
vaciaba la oficina de unas pilas enormes de números viejos de
las revistas Blood-Horse y Thoroughbred Record me resultaba
irresistible recogerlas y perder horas de sueño leyéndolas. En
las páginas acartonadas de aquellas publicaciones me fui
familiarizando con los nombres y caballos de los principales
criadores comerciales pero había uno concretamente cuya
relevancia escapaba mi comprensión, pues en lugar de ubicarse
en Paris, Midway, Versailles, o cualquiera de las localidades
céntricas de Kentucky donde se encuentra la región del
Bluegrass, aquella yeguada estaba incomprensiblemente a unos
100 km de Lexington, en el municipio de Goshen, a las afueras
de Louisville. Se trataba de Hermitage Farm, y el señor de
espesas cejas y pómulos prominentes con aire a indio Cherokee
que salía retratado en los anuncios era su fundador y
propietario, Warner La Valle Jones, Jr.
Cuando se
habla de la cría comercial norteamericana del purasangre,
siempre se menciona a los Hancock de la yeguada Claiborne
Farm, corte de grandes jefes de la raza como Blenheim II,
Princequillo, Round Table, Nasrullah y más recientemente Mr.
Prospector y Danzig, o del legendario gentleman sureño Leslie
Combs, en cuya yeguada Spendthrift Farm cubrieron padrillos
míticos de la talla de Nashua y Raise a Native, culminando con
el propio Seattle Slew. Sin duda han sido yeguadas de mucho
impacto en el desarrollo de la cría comercial norteamericana
pero lo cierto es que en rendimiento por caballo vendido pocos
criadores han superado el palmarés individual de Warner Jones.
Nacido en Louisville, Kentucky, en 1916, a diferencia
de los Hancock y demás criadores comerciales que competirían
con él en las subastas, Warner adquirió los primeros terrenos
de la yeguada Hermitage Farm a las afueras de Louisville con
20 años a la familia Henshaw en 1936, el mismo año que
Claiborne y Calumet sindicaban a Blenheim II, e hizo su propia
fortuna. Compañero de fiesta de Leslie Combs en su juventud, a
diferencia de su amigo debonaire, Warner alternaba
entre la siega con tiro de mulas de las praderas de Hermitage
y los viajes en tren de ganado a las subastas de Saratoga, en
el estado de Nueva York para vender sus pocos yearlings y
probar suerte después a multiplicar o perder sus ganancias en
las casas de juego. En 1937, vendió el primer yearling en
US$6.000 y desde entonces haría historia, formando una
cooperativa para subastar los yearlings en Kentucky cuando se
interrumpió el ferrocarril con Saratoga durante la segunda
guerra mundial, y culminando con la apoteósica venta de
Seattle Dancer, hermano propio de Seattle Slew, por 13,1
millones de US$ en 1985. Un récord que duraría 21 años hasta
la venta del dosaños The Green Monkey por 16 millones de US$
en 2006. _________________
Ultima edición por Louisville el Mie
Ago 13, 2008 5:41 am, editado 1
vez | |
|
Louisville
Registrado: 29 Nov 2006
|
Publicado: Mie Ago 13,
2008 5:37 am
Asunto: |
|
|
Warner Jones había muerto
en 1994 y en mi visita de aquella mañana de agosto, cuatro
años después, las 280 hectáreas de la yeguada Hermitage Farm
pertenecían a Carl Pollard, un destacado hombre de negocios de
la ciudad de Louisville amigo personal del Sr. Jones. y
Chairman del hipódromo Churchill Downs. Tras la muerte de
Jones, su viuda Harriet había vendido gran parte de las yeguas
de Hermitage en subasta y con la venta de la yeguada a
Pollard, aparte de conservar al gerente Bill Landes y las
yeguas de algunos clientes, la nueva Hermitage Farm
prácticamente había comenzado desde cero. Un sol muy radiante
ponía de relieve las escasas nubes suspendidas en el cielo y
hacía resplandecer las distintas tonalidades del verde follaje
de los bosques de arces y de los altísimos robles que
guardaban como gigantes centinelas solitarios el largo camino
que iniciaba un largo descenso desde la entrada en la
carretera U.S. Highway 42.
Camino bordeado de vallas de cuatro tablones
de color negro para contener a los caballos que hacía una
amplia curva pasando delante de la casa principal del más puro
estilo victoriano sureño hasta alcanzar la primera de las tres
grandes naves para yeguas de cría, unas estructuras de madera
al estilo de los tradicionales secaderos de tabaco pintadas de
color negro con puertas y ventanas rojas, caballerizas que
Warner Jones había dispuesto en línea recta con una
cincuentena de metros entre sí, para asegurar visibilidad y
ventilación.
Mientras esperábamos a Bill Landes me acerqué a la
entrada de la primera nave de yeguas madres y en una de las
paredes observé una pequeña placa oscurecida por el tiempo
donde podía leerse algo así como “En esta caballeriza nació
Dark Star, ganador del Kentucky Derby de 1953.” Personaje
versátil donde los haya, además de criar caballos buenos para
la venta en subasta, desde muy joven Warner Jones también supo
criar ganadores contra todo pronóstico. Pues al leer aquella
placa me daba cuenta por primera vez de quién había producido
al responsable de la única derrota en 22 salidas del gran
Native Dancer. Mientras la mayoría de criadores alcanzaban la
jubilación soñando con producir un ganador de la mayor prueba
clásica del calendario norteamericano, Warner Jones lo había
hecho sin pena ni gloria a los 37 años con Dark Star, un
producto modesto por Royal Gem II, padrillo australiano
ganador de 23 carreras de 51 salidas y la yegua Isolde, dura
corredora ganadora de 14 carreras en la friolera de 66
salidas. Mientras los potentados de la alta sociedad
estadounidense establecidos en la cría como Alfred G.
Vanderbilt jugaban al deporte de reyes con la ventaja de
generaciones acumuladas de las mejores sangres norteamericanas
e importadas para producir individuos de la talla de Native
Dancer, el ganadero de Goshen ganaba el Derby jugando a las
probabilidades, como lo hacía en Saratoga con las ganancias de
las subastas. Así Dark Star era el producto de una hija
corredora del veterano transmisor de velocidad, Bull Dog, por
Teddy y de un padrillo también corredor aunque desconocido en
América cuyo origen rebosaba fuertes dosis de fondo con
consanguinidades 3x3 de Son in Law y 5x5 de St. Simon.
Nos habíamos detenido frente a la caballeriza de
sementales a escasos metros de la primera nave de yeguas
madres y mientras el Sr. Landes se disponía a presentarnos los
dos padrillos de la nueva Hermitage Farm, me vino a la memoria
una anécdota poco conocida del viejo Warner Jones. En 1989
ganó el Kentucky Derby un caballo llamado Sunday Silence. Era
hijo de Halo, líder de la estadística en 1983, y de Wishing
Well, una resistente corredora de 38 salidas ganando 381 mil
US$ en varios handicaps. Su criador y propietario Arthur
Hancock III, nieto del fundador de Claiborne Farm, había
dejado a su hermano menor Seth a cargo de la yeguada familiar
para emprender su propia andadura como criador formando su
propia yeguada llamada Stone Farm. Desde su nacimiento Sunday
Silence hubo de superar multitud de problemas desde una
infección viral al poco de ser destetado que casi le costó la
vida, pasando por un accidente de transporte a dos años y no
alcanzando su precio de reserva en subasta ni como yearling ni
como dosaños.
Con cada contratiempo el potro regresaba
a Stone Farm y cuando finalmente empezó a correr para Hancock
en otoño de 1988 su propietario supo que era especial. Fue 2º
en su debut en octubre de aquel año y en noviembre ganó su
segunda carrera por 10 cuerpos en el hipódromo de Santa Anita.
A tres años ganó sus dos preparatorias para el Kentucky Derby,
el Derby, el Preakness Stakes, fue 2º ante Easy Goer en el
Belmont Stakes y ganó el Breeders’ Cup Classic siendo nombrado
Campeón Tresaños y Caballo del Año, acumulando casi 5 millones
de US$ en ganancias. A finales de 1989 Sunday Silence fue
operado de la mano derecha y no pudo volver a las pistas hasta
el verano siguiente, ganando el Californian Stakes y quedando
2º en el Hollywood Gold Cup por una cabeza antes de ser
retirado definitivamente por una rotura de ligamentos en la
mano izquierda. Aun así, en otoño de 1990 no fructificó el
intento de sindicar a Sunday Silence en EE.UU. y Hancock
contemplaba una oferta multimillonaria del japonés Zenya
Yoshida por adquirirlo para su yeguada Shadai Farm en
Hokkaido. Con todo lo que habían pasado juntos no era ningún
secreto que Hancock sentía un profundo aprecio por Sunday
Silence al que quería de semental para Stone Farm, de modo que
cuando consultó el tema de la venta con Warner Jones, un viejo
amigo de la familia, no sabía qué hacer y le confesó a su
amigo que “estaba enamorado del caballo.” Warner, que junto
con su compañero de fiesta Leslie Combs había tenido fama de
conquistador en su juventud, respondió con la sabiduría que
solo pueden dar los años y la experiencia,
“Hijo mío,
nunca te enamores ni de un caballo ni de una furcia, porque
los dos te romperán el corazón. Por cierto, ¿cuánto te han
ofrecido los japoneses?”
Cuando Arthur le explicó que
la oferta era de 10 millones de US$, Warner se puso como una
mona y le contestó de forma autoritaria,
“Arthur, por
diez millones vas a coger a aquel caballo y se lo vas a vender
a los japoneses aunque tenga que llevárselo yo mismo”
Estaba recordando aquellas palabras del viejo Warner
cuando el mozo presentó el primer padrillo, un castaño de 6
años llamado Pembroke, hijo del semental de sementales Gone
West y de una yegua por Boldnesian llamada College Bold que no
corrió. Mientras el sol de la mañana producía reflejos en su
brillante capa impoluta reparé en sus hechuras fornidas y
compactas de caballo velocista y precoz que tanto se precian
hoy en la cría norteamericana. Su morfología era correcta para
un caballo brillante pero distaba mucho de la estampa
equilibrada del caballo mediofondista que exige una campaña
clásica. Entonces el mozo retiró a Pembroke y apareció con el
segundo padrillo.
A pesar de que era la enésima vez
que visitaba sementales en las yeguadas de Kentucky, donde las
exigencias de la cría comercial tienden hacia un fenotipo cada
vez más homogéneo, de menor talla y mucho “motor”, por primera
vez en mucho tiempo me llamó la atención la estampa
contundente de aquel hijo del eficaz semental Private Account
y de una yegua por Nijinsky II llamada Duty Dance. El caballo
se llamaba Party Manners y aunque aparte de su regio origen ni
había corrido a dos años ni tenía un palmarés destacable salvo
su victoria en el Widener Handicap G3 a cuatro años, ni
tampoco había demostrado tener un físico resistente, lo cierto
es que su aspecto era simplemente arrollador. Su capa castaña
intensa y las elegantes líneas de su cuello, espaldas y
cuartos traseros sobre unas extremidades tan largas como los
robles del camino de entrada a la yeguada recordaban mucho a
las imágenes que conocía de Nijinsky II, caballo al que nunca
había visto en vivo pero que desde aquel día entendí por qué
levantó pasiones. Mientras Bill Landes explicaba su origen e
historial el mozo entretenía al caballo con la correa y Party
Manners nos miraba receloso con ojos profundos y limpios como
Príamo rey de Troya ante el asedio de los Aqueos. En aquellos
momentos contemplando aquel paradigmático purasangre de 7 años
recorrieron mi mente sin cesar un cúmulo de pensamientos y
sensaciones que habitan en lo más profundo de mi ser desde que
tengo uso de razón. Aunque pueda parecer un tópico en aquellos
instantes hubiera dado cualquier cosa por poder cuidar y ver
aquel caballo durante el resto de su vida.
En otoño de
aquel año coincidí con Carl Pollard, propietario de Hermitage
Farm y de Party Manners en una fiesta de empresa y ni corto ni
perezoso me acerqué para confesarle que me había cautivado su
padrillo Party Manners. El Sr. Pollard me sonrió diciendo que
Pembroke sería mucho mejor semental pero que si tenía una
yegua que quisiera cubrir con Party Manners me regalaba el
canon de cinco mil dólares. En aquel entonces acababa de
terminar la universidad y como junior ya tenía bastante con
pagar el alquiler sin encima meterme en compras de yeguas y
pupilajes, pero lo cierto es que siempre me he arrepentido de
no poder aceptar su oferta. En los años que siguieron siempre
intenté seguir la pista a Party Manners. En 2001 supe que fue
vendido a una yeguada de Venezuela y siempre tuve la esperanza
de volverlo a ver algún día hasta que recientemente me explicó
un contertulio venezolano del foro que el caballo murió hace
un par de años, y entonces cobraron sentido aquellas palabras
de Warner Jones que repetí en silencio aquel día, “nunca te
enamores…” _________________
| |
|