Prullas Registrado: 09 Dic 2007 |
Publicado: Vie
Dic 28, 2007 12:31 am
Asunto: Memorial del 80: cosecha
Rosales |
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Los buenos vinos, de
grandes añadas. Mejor un crianza de añada excelente que un
renombrado reserva de cosecha regular... De toda la vida,
vamos.
Corría el año 80, y habíamos disfrutado de las
carreras hasta el otoño, en tres tramos:
1) El
despegue de Chamartín en distancias cortas, y el insultante
dominio de Number One en la larga distancia. Habíamos visto
ganar al mejor Chamartín en un Cimera cargado de grandes
caballos; Helina (que era mejor de lo que luego demostró en la
pista), de Rosales, había ganado con facilidad (solamente
apurada por La Manzana de Nicholas Biddle) Valderas y
Vizcondesa de Irueste, Grupo III (antes se escribían los
Grupos en números romanos... ya es ganas de cambiar todo del
pasado). Y Number One, uno de los primeros hijos de Chacal,
había dominado Nouvel An, Nacional y Derby (carrera en la que
ganó a un grandísimo Chamartín fuera de distancia, y a un
tierno El País, que sólamente había ganado en su debut en el
antiguo Atkinson, la prueba de primavera para debutantes de
tres años).
2) El Gran Premio de Madrid, otorgaba
unánimemente el favoritismo a un impecable Number One, que se
había mostrado sobradísimo en sus carreras primaverales. La
carrera se convirtió en un paseo militar para la Cuadra
Mendoza, que conseguía el primer triunfo de El País en esta
carrera, por delante de un remate volador del superclase
Chamartín, muy fuera de distancia y con la monta (creo
recordar, qué memoria la mía, de Floro González) y de otros
grandes competidores, como Revirado, Sácara, Arrow (el barrero
del Memorial 79) o Fuchs (de Ibiza, también fuera de
distancia). Un carrerón del crack de Mendoza, dominando en la
recta a un buen grupo de caballos, con total facilidad. Number
One, no llegó a colocarse (quedó noveno o décimo) y a partir
de ahí, no volvió a ser el que era.
3) La Copa de Oro:
la Copa de Oro se convirtió en la particular espina clavada de
El País. Llegó lesionado a la carrera. Los cronistas manejaron
la situación con un inespecífico comentario (como casi siempre
que hay lesión relevante), diciendo que el caballo había
sufrido "algunas molestias", y que se dudaba de su presencia
en la gran carrera donostiarra. Por fin corrió, erigido en el
favoritismo de cátedra y público. La carrera confirmó a la
grandísima Sácara (con Paulino), la hija de la mamá de Coloso
(Celestial River, la mejor madre de los años 70-80), que ganó
de lejos la prueba ante el mismísmo El País (que por cierto,
nunca pudo ganar esta prueba, quedando como su único lunar, el
Gran Premio pendiente para un caballo de su tremenda
categoría), y de otros grandes (Chamartín de nuevo 4º, Helina,
Zigor, y el mismísmo Number One, que volvió a quedar fuera del
podium).
En éstas llegó el Memorial de otoño. Se
hacían lenguas sobre la participación de El País (no
reapareció hasta entrada la primavera del 81), y entre tanto,
los Rosales se decidieron a traer a uno de los suyos entrenado
en el extranjero, de nombre Huaralino, caballo de físico
importante y con fama de potente. A Huaralino lo montaba el
mítico Carudel, y los Rosales le hicieron acompañar de dos de
sus mejores figuras: Tucumán (que había sido campeón a tres
años de casi todo, hasta el Memorial de Arrow, y que luego
había sido castrado, como Farinelly) y Sácara, ganadora, como
digo, de muy lejos, de la Copa de Oro de ese mismo año.
Tucumán fue montado por un Tolo Gelabert muy niño, y
Sácara, por un honrado Paulino García (conocedor de la yegua y
siempre cumplidor). La carrera fue inolvidable: Tucumán marcó
en cabeza un ritmo suave, a un paso que le convenía para no
gastarse mucho, muy medido por un inolvidable Tolo; Huaralino
marchaba como quiere que marche su caballo cualquier
preparador (3º-4º, tapadito y sisn gastar muchas energías,
aunque sin encerrarse). Sácara iba en cola de pelotón, sin
separarse del grupo. En la curva, Tolo dió un respiro a su
montura, Huaralino avanzó una o dos posiciones, quedando muy
cerca de la cabeza, dominando, y Sácara comenzó a aproximarse
al grupo principal.
Recta definitiva. Rugidos en las
antiguas Tribunas, atestadas de aficionados, de los viejos
aficionados, de los de antes. Tucumán resistiendo por los
palos, Huaralino que inicia el recorte de metros, Sácara con
un Paulino desbocado por todo el exterior. La meta se
aproxima, Tolo aguanta, Sácara no llega, y en los últimos cien
metros, Carudel suelta a su montura, que se va a ganar sobre
el más bravo Tucumán (no volvió a correr) que se hubiera
visto, y sobre una Sácara plena de corazón y clase que
remataba por fuera.
Tres Rosales en los tres primeros
puestos, en el podium de honor del clásico de los clásicos.
Los tres jinetes rosalistas, levantando sus fustas, saludando
tocados con sus gorras y entrando en el recinto de balanzas
donde fueron aclamados y vitoreados por todo el público
congregado: aficionados, propietarios, preparadores, jockeys,
jueces, señoras de la limpieza y militares de distinta
graduación. Todos a una, sabedores del momento histórico que
habíamos vivido.
Teníamos todos (la mayor parte éramos
rosalistas, aunque yo creo no haberles apostado en esta
carrera), los pelos de gallina, la risa floja de las grandes
ocasiones. Creo que bajó Dª Marita Villalonga a recoger a sus
tres caballos y a recibir emocionada como nunca, el trofeo. Y
recuerdo la sonrisa de niño satisfecho del gran Carudel, el
cariñoso saludo dado a un Tolo que había hecho la carrera de
su vida y el reconocimiento a un muy curtido Paulino, con su
banda roja cruzando la chaquetilla amarilla con la cruz de San
Andrés roja...
Y creo recordar a Fulgencio de Diego,
el honrado y discreto preparador de esa factoría de
grandísimos campeones, recogerse en callado silencio hacia las
cuadras, con la cabeza baja, las manos unidas a la espalda, el
paso tranquilo, tocado con su gorrita de ganadero, de fieltro
y cuadros, con el semblante satisfecho de saber que había
conseguido hacer bien su trabajo.
Qué buena cosecha la
del 80... _________________
Ultima edición por Prullas el Sab Dic
29, 2007 11:08 am, editado 2
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