Leonard Quercus Registrado: 13 Dic 2006 |
Publicado: Dom Dic 23,
2007 4:14 pm
Asunto: SÓLO PUEDE QUEDAR UNO |
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Era la tercera jornada de
la temporada de Otoño-Invierno en el Hipódromo de Lasarte.
El cielo había amanecido encapotado, como encapotado había
estado desde el lunes, y los aguaceros torrenciales caídos
durante la semana hicieron tomar a los responsables una
decisión terminante: excepto el premio gordo, el Premio
Galletas Gullón, el resto de las carreras de la reunión se
habrían de disputar irremisiblemente sobre la pista de arena.
Los insobornables aficionados donostiarras acudieron
pertrechados hasta las cejas de aperos para combatir la
tormenta, y se aprestaban sin saberlo a ver si no la última
victoria de Julito Hernanz sí una de las últimas (a lomos de
Esther Marie, como recordó Dzudo), a ser testigos de un paseo
brutal de Jovellanos con el adorado Cefe, a presenciar el
triunfo de Ateneo con una táctica puntera, a comprobar cómo el
robusto First -que parecía Atlas sosteniendo la bóveda
celeste- se imponía en la de aprendices, y a verificar que una
carrera de vallas corrida a paso de cabra podía ser el mejor
regalo visual de unas navidades para muchas personas con almas
sensibles. Fue en la primera del "meeting", el Premio
Radio Popular de San Sebastián, un Steeple Chase sobre cuatro
kilómetros del ala. En principio iban a ser cuatro los
contendientes, pero Bejary, que tiene representación en esta
página, se retiró a última hora posibilitando lo que debía ser
un apasionante duelo a tres. Cuando el juez dio la salida
Darknoa, con Marino Moreno, partió como un tiro. Y tanto fue
así que, al primer paso por la ría, Darknoa le llevaba diez
cuerpos de ventaja a Diario 16, de la Cuadra Sherry y con
Carlos Laffon a la silla, y unos quince a El Poeta, el
castrado de Claudio Sester, que iba pilotado por Pallarés y
que todavía permanece en los puestos nobles de las
estadísticas mundiales que acreditan a los seres vivos con más
distancias cumplimentadas desde el albor de las eras.
Darknoa saltaba bien, con un estilo atlético y
desenfadado. Diario 16 dejaba hacer al Haras de Luján mientras
atravesaba los obstáculos con un deje menos ortodoxo y El
Poeta, tercero en discordia y ya a media milla de sus colegas,
viajaba dentro de un ámbito propio dejando el reguero de su
talco sobre la arena mojada. Marino, el padre de Olga,
retenía a Darknoa lo que Darknoa le permitía. Carlos Laffon,
el más viejo lobo de entre los jóvenes amateur que en aquella
época eran, no consentía que Diario 16 se dispersase por
completo, y Pallarés bastante tenía con intentar que El Poeta,
molesto, no se rajara aprovechando cualquier descuido.
Luego, más o menos a la mitad del recorrido, Darknoa y
Diario 16 se arremolinaron y, en tanto Marino Moreno y Carlos
Laffon cambiaban impresiones como si fueran ciclistas en lugar
de jockeys, el tordillo El Poeta rehusó a saltar una nueva
valla. Diario 16 y Darknoa acometieron emparejados el
segundo asalto a la ría. Después el de Sherry tomó la punta y,
cuando Carlos Laffon se quitó las gafas, comenzó a poner algo
más de tierra de por medio con respecto a Darknoa. Fue
entonces, en el preciso momento en que Pallarés trató de
obligar al honrado El Poeta a retomar el hilo de la carrera,
cuando con cuatro o cinco zurriagazos de buen tono que bajo el
sol de hoy hubieran originado una controversia de quinientas
contrarréplicas en este foro sobre la conveniencia o no de
reprender a los equinos de competición, Marino Moreno hizo
otra vez aproximarse al de Haras de Luján a Diario 16 al
tiempo que el respetable, en las gradas y en las praderas,
festejaba con murmullos de contentamiento que Pallarés hubiese
sido desmontado por un enfadado El Poeta y que la carrera
fuese a dilucidarse al fin y sólo entre dos gladiadores. A
comienzos de la recta definitiva todos contuvimos el aliento.
Darknoa, a latigazos, iba acusando el esfuerzo, y parecía
que iba a ser Diario 16 el que se llevara tranquilamente el
gato al agua. Carlos Laffon, viéndose casi vencedor, se
preparó y preparó con tiento a su caballo para afrontar la
última valla. Entonces sucedió. Justo en el instante en el
que una lluvia fina hizo de nuevo su aparición, el dios de las
carreras sonrió. Las gloriosas incertidumbres del Turf
cobraron forma en forma de resbalón inoportuno y Diario 16 y
el señor Laffon, el más avispado de todos los guardias que en
el orbe fueron, rodaron por los suelos. Los relojes se
detuvieron, los más veteranos se frotaban los ojos. Dzudo
alucinaba con sus once años recién cumplidos, Alejandro
Calonge se encendió otra tagarnina para celebrarlo, y en algún
rincón de la península la belleza legendaria de la Chelito
volvía a abrumar a algún que otro desesperanzado. Darknoa,
con las manos bajas y acariciada hasta el extremo, cruzó, por
supuesto, la meta como ganador ante el pasmo de los niños y el
estrépito de los patrocinadores. Y esto sucedía en una
época en la que los propietarios de las cuadras eran
reverenciados y no sometidos, en la que las carreras de vallas
eran un espectáculo y no un problema, en la que bastantes
siguieron el camino de la razón y otros nos desviamos, y en la
que todos los nombres de los caballos tenían algo de bonito.
En la actualidad, por desgracia o por fortuna, como en
aquella carrera remota, la mayoría de las veces sólo puede
quedar uno.
Para Razonable, Dzudo y Lorgot, que
quisieron leer una vez más otra de mis historias. Y feliz
Navidad para todos. _________________
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