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J,
QUE SE APRENDIÓ NUESTROS NOMBRES |
Autor |
Mensaje |
Leonard Quercus Registrado: 13 Dic 2006
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Publicado: Mie Sep 26,
2007 9:31 pm
Asunto: J, QUE SE APRENDIÓ NUESTROS
NOMBRES |
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J vino a nacer en la Calle
Mayor de Albacete en una época en la que los españoles aún se
reconocían por las calles uno de esos días heladores de Enero
en los que a nadie le apetece reconocerse por la calle. Amante
de los animales como ella sola acostumbraba a bautizar a los
que acogía con nombres que hacían imposible el olvido. Así,
los que sabéis de quién os hablo, los que sabéis de J,
recordareis perfectamente al gato Merlín, que tenía un ojo de
cada color; y a las yeguas Whisky y Brandy, que parecían más
humanas que muchos de los españoles que reconocíamos por las
calles. J quiso ser amazona. De regreso del cine Capri -aquel
que luego cerraron en la calle Juan de Urruti-, donde pasaban
dos películas por el precio por el que ahora se paga un cuenco
pequeño de palomitas, donde se conocieron Regla Conde y Pepe,
el del Magín, y a donde J acudía los viernes con el dinero que
su padre le obsequiaba con el mismo cariño con el que la miró
todos los días de su vida hasta que falleció -su padre- de un
cáncer incombatible, J le hablaba a los suyos de los caballos
de los westerns en vez de hablar de los actores, como sí
hacían, en cambio, sus compañeras de entonces: Blanca, que
baila como los ángeles y con la que todavía se reúne de tanto
en tanto en Muro y planea viajes, y su prima, que es conocida
a todo lo largo y a todo lo ancho de la vertiente mediterránea
por su magnífico espectáculo de danza. J quiso ser amazona, y
el físico le acompañaba. Aún hoy, cuando se sube a un caballo,
J se descubre viva sobre la silla, a pesar de que ella
prefiere montar a pelo. Se diría que J sólo vive cuando se
sube a un caballo. J tiene la sonrisa amplia y alegre, y
aunque en el librito que del que se hace acompañar y en el que
hace anotaciones con su preciosa letra de diseñadora mezcla
las fotos de sus animales con las de Steve McQueen (admirador,
como ella, de las máquinas de carreras y de la velocidad) y
Robert Redford, ella sigue hablando sólo de animales. J, que
es del Barça y se ganó en un evento familiar el cariño de
Santiago Bernabeu, no había pisado el Hipódromo hasta un
sábado de Septiembre. Las obligaciones familiares y unos
horarios mucho más estrictos que flexibles habían impedido la
tan esperada excursión por semanas, semanas, semanas y
semanas. J se había subido al tren después de pelear no poco
con los oficinistas de Lucento a las cinco de la madrugada;
seis horas después, a las once, con el sol ya casi en lo alto,
avistaba con alegría las torres de la capital. No era la
primera vez que J acudía a Madrid. Allá por los tiempos de
Emilio Neira, cuando lo del visón, J se había hospedado una
semana en el Hotel Bravo y recorrido todo lo abarcable de las
zonas más ilustres de la ciudad, pero ese fin de semana del
que os hablo, ese fin de semana de Septiembre, J venía
dispuesta a no salir del Hipódromo más que para dormir y, al
cabo, para retornar a casa. J, que quiso ser amazona y que no
lo consiguió sólo porque a los suyos la sola idea les
asustaba, llegó a La Zarzuela al filo del mediodía. El honesto
taxista que la recogió en Chamartín había volado para dejar a
J a la entrada del recinto lo antes posible. Así, como ya os
decía, a las doce en punto, J, de la que se diría que sólo
vive cuando se sube a un caballo, cruzaba por debajo de los
arcos de la cancela verde por primera vez tal y como nos venía
anticipando a todos con la simpatía y los emoticones que la
definen... J regresaba a Lucento después de no poco pelear con
los oficinistas de Madrid un domingo 16 con la misma bolsa
roja que le habían custodiado los guardias de la caseta la
tarde de la subasta. Detrás dejaba el encuentro con Silveree,
el abrazo con Claudine, la charla con Jose Carlos Fernández
Ochoa (perdón, ¿he dicho Ochoa en vez de Rodríguez?), el
almuerzo completo, la siesta en el banco de madera, la
compañía de Sayyara, la sabiduría de Karrique, la amabilidad
de Bariloche, el Family Man de Oldfield, unos ahumados sin
terminar, el atraco del real madrid al Almería, el trío que
pudo ser y por Le Big Boss no fue, la camiseta de los Saf Saf,
la galanura de Inguecita, el colocado de Rivallero, el ganador
de Puntilla, lo que se le ocurrió del Duque, y la magia de Don
Cattivo..., pero eso ya lo ha contado J. Lo que no sabéis, ni
sabe J, lo que sólo yo sé por mis poderes siderales, es que J
sí se va a comprar al fin su autocaravana de segunda mano. Y
se reencontrará con Silveree, y con Claudine, y con Jose
Carlos Fernández Ochoa, y cambiará las recovecas calitas de
Lucento por las torres de la capital. Y las palmeras por las
subastas, y la arena por el asfalto. Y el diseño gráfico por
los aderezos equinos. Lo único que le hace falta es que
alguien que quiera colaborar con alguien que sólo vive cuando
se siente cerca de los caballos le ofrezca la posibilidad. J
no se lo pensaría. Y volvería a salir de Lucento, si se
terciase, a cualquier hora de la
madrugada. _________________
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