Leonard Quercus
Registrado: 13 Dic 2006 |
Publicado: Lun Jul 09,
2007 4:29 pm
Asunto: JOLGORIO EN TONOS VIVOS DE ONIRISMOS DE
VERANO: 1ª PARTE |
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El otro día, Patricio,
estuve en el Hipódromo, como me recomendaste, y, como también
me habías previsto, me fue fácil encontrarlo después de haber
seguido desde Calatañazor Azor Calatañazor juguete el rastro
de butifarra del que me hablabas, rastro que se fue
solidificando a medida que avanzaba mi camino adquiriendo
primero la contextura de la loza de las paredes para alcanzar
después, a la altura de San Fernando, la forma definitiva de
pasillo de baldosas amarillas, cuya primera baldosa del camino
desbrozado y andandero que hollaron mis pies dejé atrás justo
cuando sobrevino el primero de los rumores de retirada de la
jornada, que se transmitía a la velocidad del sonido por el
megáfono que portaba una furgoneta de la Compañía Destazadora
Camilo Cienfuegos e hijos avisando a los cuatro postes que en
la segunda de la mañana el insigne y jamás lo bastantemente
enaltecido Leonard Quercus no sería de la partida por un
acceso de gripe aviar, repetimos, de gripe aviar, y así,
pensando que mi favorito para la segunda se había retirado sin
toser ni cantar me llegué hasta la cancela verde de La
Zarzuela, donde un caballero de punta en blanco, perfectamente
engominado y con chaleco de Ralph Lauren, y con una chapita en
la solapa sobre cuyo fondo amarillo se leía en un color
terciario bermellón tirando a fucsia Monsieur Carburundum,
Prestidigitador, vendía unas entradas comestibles y con un
cierto regusto ácido al precio único de mil doscientos
cuarenta y siete euros, entradas que vendía a las voces de
"más perderá un tal Melquíades" y que permitían el acceso a la
zona de baños turcos, a las tribunas de toda la vida, al palco
privado de Florentino Pérez en el ciclo de la integral de
Ruggero Leoncavallo, a la Sala Vips del Hipódromo de Mijas
donde lo mismo se suelta un bulo que se recita a San Juan de
la Cruz, a los boxes de Apaa con la mano destrozada, a los
baños portátiles, a las tribunas portátiles, al vestíbulo de
ordenadores portátiles, a la fábrica de teléfonos portátiles,
y al recinto de acreditados, a donde también se podía acceder
sin necesidad de adquirir la entrada de Monsieur Carburundum,
Prestidigitador, previo pago de cuarenta céntimos al señor de
la gorra que no te deja pasar sin corbara o siendo Raúl
Sénder, Juan y Medio, tertuliano de María Teresa Campos,
futbolista o baloncestista de alto copete o actor de teleserie
cómica de cadena de televisión privada. En fin, Patricio,
que entré en el Hipódromo en el mismo momento en el que el
reloj de la torreta que tú calificaste de infernal y
censuradora daba las once menos cuarto, y daba las once menos
cuarto no al son de metal que resuena o címbalo que retiñe,
sino como los relojes monumentales de las monumentales plazas
de las monumentales ciudades de la monumental Centroeuropa, es
decir, con una figurilla de porcelana de Limòtges o muñequito
ramplón que salía presto de su cubículo protector y cantaba
con una voz idéntica a la de Fofito y bajo los acordes de la
tonadilla popular de San Serenín del Monte San Serenín cortés
una frase apocalíptica y perturbadora: "tiraremos la torreta
como Josué derribó las murallas de Jericó". En seguida, o sin
solucion de continuidad, una muchacha de timbre áspero como de
fósforo que se aplica a un rascador con ánimo crematorio vino
a darnos los buenos días a todos, señoras y señores, y la
bienvenida a esta nueva jornada de Carreras en el Hipódromo de
La Zarzuela, en la que seis serán las pruebas a disputarse,
anunciándonos a los señores apostantes que en la tercera
carrera del programa el caballo número nueve el conspicuo y
nunca lo adecuadamente ponderado Leonard Quercus no habría de
comparecer junto a sus colegas en los cajones de salida por el
brote de salmonelosis que había ocasionado trastornos de
revolución toledana en la cabaña equina de la zona norte de la
capital, y que el caballo número dos Fair Challenger correría
con la chaquetilla blanca pero no la de la Cuadra Agulló y que
el jinete de la número ocho, Bull, lo haría con un peso de
sesenta y nueve kilos y mil doscientos cuarenta y siete euros
y que el caballo número cinco Touch of Country sería montado
ex aequo por Jose Luis Martínez y Rafael Bienvenido González.
Inmediatamente después, y mientras la señorita del timbre
de fósforo que se aplica a un rascador con ánimo crematorio
terminaba su perorata avisando a la muchedumbre que iba
llegando en masa uncidos a un yugo gigantesco al que precedía
Ceferino Carrasco con traje de Guardia Real y chancletas de
piscina, yo me encaminé a la zona del ensilladero, topándome a
la altura del primer puesto de fotos con Pedro González
ataviado con los colores de su cuadra El Drama Social, y
estaba Pedro González arrodillado de cara a la pared bajo un
luminoso de neón que emitía un zumbido de chicharra y en el
que se podía leer "adelgace usted con el más expeditivo método
de los Diecisiete Sabios Nepalíes y Decimonónicos", y estaba
arrodillado manteniendo en una mano un mazacote pétreo con
forma de Buda feliz mientras con la otra se iba sirviendo de
una bandeja de plata que le acercaba solícito Carlos G.
luciendo una cofia doncellesca y un delantal estampado con el
logotipo de "Paradise, Hosteleros", y Carlos G. le alcanzó
primero media docena de huevos crudos para favorecer la acción
de la laringe, media docena de espárragos trigueros para
conseguir efluvios fragantes con las micciones, media docena
de carne de membrillo para detener a los intestinos
insolentes, media docena de longanizas de la Baviera que de lo
que se come se cría, Pedro, media docena de rosquillas del
Santo para pasar incólume por el limbo de los impíos, y media
docena de langostinos de Ayamonte, que no me dejes ni los
bigotes que aún hay niños pasando hambre, y para disponer
luego en torno a él, en torno de Pedro, quiero decir, una
amplia variedad de tostas a medio comer, que las había de pan
tumaca, de lomo con almendras, de espejuelos con almíbar, de
sardinas con yogur, de bacon con fresas tiernas, de setas
buenas con caracoles, y a cada bocado que engullía Pedro,
siempre arrodillado, Carlos G. lo animaba gritando ¡¡Vamos
Pedro!!, pero por mucho que lo intentaba le salía no la voz de
hombre que yo le presuponía, sino la misma voz con que
Penélope Cruz aviso a Almodóvar para que recogiera el óscar
que la Academia de Fomento y Cría Caballar de España le
concedió por su película, por la de Almodóvar, quiero decir,
Todo Sobre Mi Madre. Y vi a otro miembro de la cadena
Paradise, Hosteleros, con unos calzones largos de Catch as Can
informándonos de que no habrían de servirse Whoppers hasta la
cuarta carrera, en la que no participaría el excelso y bajo
ningún supuesto lo suficientemente agasajado Leonard Quercus
debido a una fractura abierta en el maleolo de la pierna
derecha, que fue la misma lesión que tuvo Maradona que tampoco
habría de ser de la partida en la misma carrera cuando el
picapedrero de Andoni Goicoechea le vino a cantar la tabla en
aquel partido de la Edad del Bronce, y avisaba el miembro de
la cadena Paradise, Hosteleros, que no se abastecería de
Whoppers a nadie salvo a Raúl Sénder hasta la cuarta carrera,
pero que todos tendríamos derecho a los Cheese Burguer de Luxe
a los Yumbos a los Big Kings, que era la comida favorita de
Louis Armstrong, apostillaba, a los Crispy Chiken y a toda su
variedad de aritos de cebolla, que te hacen el mismo apaño si
te los zampas o si los colocas en la mesilla de tu cama cuando
el resfriado aprieta, y le pregunté yo si era posible que me
preparasen cualquier tipo de esas hamburguesas con una loncha
de queso o con una hojita de lechuga y me dijo el otro miembro
de la cadena Paradise, Hosteleros, que se había convertido en
Andoni Goicoechea, que recogiese el ticket en la barra que el
quesito me lo daba Maradona con aquella mano que fue divina y
que es con la que se empuja bajo el sol de hoy sus botellas de
Pacharán. _________________
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