Leonard Quercus
Registrado: 13 Dic 2006 |
Publicado: Lun May 28,
2007 1:27 pm
Asunto: FAMOSOS EN EL HIPÓDROMO |
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En el espacio televisivo Al
Galope, dedicado a las Carreras de Caballos y presentado para
Televisión Española allá por los años 80 por Marisa Abad y el
difunto Daniel Vindel, existía una sección que los directivos
del programa titularon " Famosos en el Hipódromo". Así, en
la loable idea de proporcionar una transmisión más completa y
atractiva, hicieron pasar ante las cámaras de Al Galope a toda
una cohorte de personajes más o menos célebres "pillados a
bote pronto" siempre dentro de los recintos más aristocráticos
de La Zarzuela que nos hablaban, por supuesto, de sus
aficiones ingénitas por el Turf y de sus amores exacerbados
por los équidos desde finales del Siglo XVIII para lanzarse,
en seguida, a perorar largamente sobre sus nuevas obras de
teatro en cartel, sus últimas conquistas empresariales, o
sobre sus futuristas métodos para rellenar los macarrones con
bicarbonato de sosa (Julius M. dixit). Yo recuerdo ahora,
también a bote pronto, a Paloma San Basilio. La cantante,
tocada con un sombrero tirolés y embutida en una cazadora con
muy buenas trazas, le explicaba a la Abad lo feliz que se
sentía en todo momento entre caballos, incidiendo sobre todo
en la impresión de placer que le suponía un paseo crepuscular
entre los olmos de su casita de campo a lomos de su animal
predilecto. Bucólica viñeta. Luego, claro está, nos explicó a
todos que en un un mes pensaba liarse la manta a la cabeza
para hacer las Américas con no se qué gerifalte discográfico
en orden a presentar su nuevo elepé. Ver una edición de Al
Galope bajo el sol actual es como hacer un viaje por el tunel
del tiempo al cretácico inferior. A Marisa Abad se la puede
contemplar en cualquiera de aquellos programas gastando unas
hombreras de King Kong que hoy no usarían ni los componentes
de los Indianapolis Colts y al difunto Daniel Vindel, al que
los más chocarreros recordarán vociferando aquello de lo de
Eladio del Corral, con unos trajes a la medida que ya sólo son
recuperables para los miembros masculinos del reparto de
Cuéntame o para mí si vistiese de traje, que las vicisitudes
de la moda me la refanfinflan. Mas el caso, compañeros, es
que no todo ha cambiado tanto. Hace poco vi una entrevista en
diferido que los de la primera le hacían a Raúl Sénder,
"pillado" también "a bote pronto" en uno de esos recintos para
privilegiados del hipódromo a los que sólo puedes acceder
pagando treinta euros del ala o disfrazándote de Raúl Sénder.
Cómo es lógico, a Raúl Sénder, después de darle ocasión de
soltar algún chascarrillo de esos que tanto le lucían en
Cleofás o en el Un, Dos, Tres de Chicho Ibáñez Serrador,
también se le hizo la preguntita de rigor: "¿ Y desde cuándo
tu afición por las Carreras, Raúl? Yo quiero pensar que se
trata de una pregunta lógica hecha dentro de un contexto
determinado, y no un vano y triste intento de ganarse para la
causa a todos los seguidores del cómico zaragozano: "Familia:
poneos las botas de montar y recoger los aperos; si Raúl va a
las Carreras nosotros también debemos ir". Cuando
trabajaba yo cara al público mis superiores me dijeron siempre
que debía tratar a los clientes con frialdad empresarial y
siempre de usted; y a mí, en contra posiblemente de cientos y
cientos de estudios de mercado, siempre me pareció un error.
Yo era y soy de la opinión de que es más conveniente,
salvo en contadas ocasiones, dar una sensación de cercanía en
lugar de una sensación de distanciamiento. No digo que tratar
de usted a las personas equivalga a poner barreras, o que
tratar de tú signifique necesariamente eliminarlas, pero creo
que no me equivoco si escribo que todos preferimos estar en
familia o entre amigos; y pienso, además, que hablar a las
personas con respeto y educación y sin fórmulas reverenciales
("su dinero", "su bastón", "su frasco de pimienta, señor")
ayudaría a una parte de nuestro subconsciente a creer que
estamos en torno a viejos amigos (que es cuando uno puede ser
ese ser que verdaderamente es en esta vida) en base al mismo
argumento al que se agarraban mis serviles jefes cuando me
decían que al hablar por teléfono compusiera la mejor de mis
sonrisas telefónicas porque a la larga ya no tendría que
forzarla. Me he desviado un poco de la cuestión principal.
Y la cuestión principal es que se debería fomentar lo que de
popular y familiar tiene y ha tenido el Hipódromo sin tener
que recurrir a protagonistas de renombre, porque el noventa
por ciento de nosotros provenimos de familias sin celebridades
muy allegadas o pertenecemos a familias sin celebridades muy
allegadas (evidentemente excluyo de la lista de personajes de
renombre a aquellos cuyas afiniciones de pedernal quedan
sobradamente probadas: Savater, Abraham...). Estoy seguro
de que si nosotros, los foreros, acudiésemos a una fiesta
junto a todos los inmortales que han hollado las praderas del
Hipódromo (Bertín Osborne, Norma Duval, Raúl Sender, la
nombrada San Basilio) y se nos pusiera (a los foreros,
naturalmente) una chapita como las de los vendedores de la
FNAC con nuestros seudónimos en la solapa todos acabaríamos
más pronto que tarde charlando con aquellos que sentimos más
próximos con nuestra forma de sentir obviando, también
naturalmente, a los famosos. Es más, creo que de quedar en
los estertores de esa hipotética fiesta sólo Raúl Sénder,
Carburundum y Generous (las justas de estos últimos al abrigo
de estas aguas son inmemoriales y jugosas), Generous y
Carburundum preferirían charlar entre ellos tranquilamente
antes que cualquiera de ellos a solas con Raúl Sénder
(salvando, como es normal, la posibilidad de que Generous o
Carburundum sean Raúl Sénder, algo cuya solución metafísica se
me escapa). Hace poco vi en el Hipódromo a Blanca
Fernández Ochoa y a Alberto Comesaña, la parte masculina de
ese grupo musical que se formó como Amistades Peligrosas en
1990. Y hubo un momento en que nadie en España estuvo más
cerca de esas dos celebridades que yo. Pero lo cierto,
ilustrísimas, es que me hubiera resultado infinitamente más
placentero en aquel instante saberme situado entre Turftito y
Ginebra, entre Lorgot y Palomitu, entre Jazz y Nereo, o entre
Morna, The Grey o Calzada Jr. Y es que lo bueno del
hipódromo, como lo bueno del foro, es esa sensación constante
de sentirte entre tantos y tantos corazones
amigos. _________________
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