LORGOT
Registrado: 30 Nov 2006 |
Publicado: Jue May 24,
2007 11:22 am
Asunto: Las verdes praderas |
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En más de una ocasión he
comentado que en época de insomnio, por los calurosos excesos
veraniegos, por el maldito café o porque la mala conciencia te
abraza poderosamente y no permite separar cuerpo y alma,
recurro a un ardid que hasta ahora me ha funcionado de
maravilla: me convierto en el jockey ocasional de caballos que
por diferentes causas han dejado en mí indeleble huella. Así,
no es raro verme en noches de agosto, en desavillé (poco
recomendable la visión, por cierto) agitándome como un loco en
la cama, montando seguramente a Sácara, a Avalancha (en alguna
carrera en la que no coincidieran ambas. Si no, menuda
dicotomía), a Príncipe Duero, a Navalcán o al mismo Lorgot.
Si tras la batalla, el reparador sueño no me alcanza,
a lo mejor me lo monto en una segunda parte de hándicap, y a
lomos de Idil o de Pharisimoa o de Cimmerman, me lanzo en un
remate en tromba en la recta final, al que casi nunca llego
por exigua diferencia con el puntero que resiste. Posiblemente
mis elevados ecarts no se deban a la calidad de mis caballos
sino que debe ser causa de mi exceso de peso o, siendo más
benévolo, de mi deficiente sentido del paso o de la defectuosa
colocación durante la carrera.
Tan cansado acabo de
las dos carreras que sistemáticamente caigo en brazos de
Morfeo... Prueba superada.
Pues a lo que vamos... En
todos mis carreras y en pleno remate, miro a las tribunas y al
público en general. A veces veo a los niños jugando a la
pelota en un amplio espacio de verde, o haciendo carreras de
caballos, con breves saltitos, manejando ilusorias riendas y
fustigándose en los breves panderos infantiles, siempre
molestando al prójimo (como debe ser); otras veces, veo a
familias sentadas en el propio césped, analizando el
desarrollo de la carrera, a modo de lo que observamos en
antiguas litografías de lo que acontecía en la Pradera de San
Isidro, otras veces me fijo en una poderosa moza que acude con
su chico por primera vez y que se muestra impresionada por la
mezcla del espectáculo, la belleza de los animales y la
emoción de la apuesta...
Pero lo que siempre veo son
los dos bloques de la Tribuna de Torroja, unidos por un
“pasillo aéreo” donde se sitúan los profesionales, y por
debajo, un espacio amplio, con césped bien cuidado, con
incómodos bancos de maderas que se van perdiendo su blanca
pintura durante la temporada. Veo el recinto de balanzas,
donde se reúnen los seis primeros clasificados tras el
esfuerzo. Y lo que no veo ni por asomo, son las tribunas
portátiles con asientos acrílicos en azul espuma de mar
(reminiscencia de mis proveedores de materiales plásticos), ni
los barracones pragmáticos pero peleados con la estética que
hacen de urinarios (por cierto, qué fresquito hacía en los
antiguos... aunque resulte escatológico, daba gustito ir a
hacer tus aguas a los antiguos baños), ni la torre de control
que pareciera recién traída de la Base Aérea de Matacán y
colocada en el lugar en que el camión transportador
aleatoriamente, la dejara caer.
Leo en A Galopar que
el proyecto de reestructuración está ya en marcha y que va a
intentar ser respetuoso al máximo con el primitivo proyecto.
Creo que todos hemos de estar de enhorabuena, y que el plazo
dado de tres años, aunque para algunas cosas nos resulte
excesivo, en este caso debe exaltar nuestra capacidad de
paciencia... que considero probada después de tantos años
esperando y después de esta primera fase de acondicionamiento.
Pero si somos pacientes, seamos también, en la medida
de lo posible y de lo coherente, exigentes con lo realmente
importante: que nos dejen el Hipódromo como era. Que cuando
acudamos y aparquemos en el aparcamiento del antiguo recinto
de Tribuna, volvamos a respirar el añejo aire de las carreras
de antaño; que cuando lleguemos por las tardes de carrera a la
barra del bar, nos vuelvan a poner el Gin Tonic de Fokings en
una barra de bar de fría piedra; que podamos subir a la
tribuna a ver la carrera sin que la torre de control de
Aeropuerto de Matacán nos prive de observar los últimos 100
metros de cada carrera, mientras nuestros enanos rivalizan en
el amplio césped en pos de la victoria en un irreal o surreal
Derby; que vuelvan a decirnos (como decía el gran Leonard)
aquello de “En estos momento queda izada la bandera azul. Los
caballos participantes quedan....”)... En definitiva, que
cuando vayamos a hacer pis, entremos en el fresquito urinario,
y que volvamos a encontrarnos como en casa. ¡Qué emoción,
coño! ¡Qué viejo me estoy haciendo!
Que así
sea _________________
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