Leonard Quercus
Registrado: 13 Dic 2006
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Publicado: Lun May 14,
2007 3:37 pm
Asunto: LOS GEMELOS GOLPEAN DOS VECES |
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Los Borrego ya estaban en
la brecha cuando lo del cierre de 1996. No sé qué edad tienen
en la actualidad, pero, en base a lo que dijo Jose Manuel en
uno de los preciosos capítulos de la serie "Hipódromo",
aquello de que él empezó con catorce años, debían frisar los
hermanos y el primo la mayoría cuando "Magic" Martínez puso
fin con la victoria sobre El Aleph a aquella temporada lejana.
Jose Manuel Borrego, al que sus más allegados creo que
llaman Manolo, ha sido casi desde su debut de mis jockeys
preferidos. No sé si mi estimación será por muchos compartida,
pero, por lo que ya os he comentado en ocasiones, eso de que
mis gustos suelen ser minoritarios, imagino que pocas serán
las voces que me secunden en este lance. El pasado año
2006 lo he visto poco pasar como ganador por el pasillo de
retorno a los boxes y este 2007 tampoco está siendo,
turfísticamente hablando, el año de su vida. Me asusté
mucho cuando lo de la difunta Fres (a la que Partipral tenga
en sus florecientes praderas) al verlo tumbado en el suelo sin
levantarse, que me resultaba impensable una jornada de
carreras sin él entre los pilotos, y me alegró infinito
encontrarlo de nuevo a lomos de un caballo a las dos semanas.
Sé que pronto le llegarán más éxitos. No obstante, y pese
a lo que os escribo de Jose Manuel, mi pretensión de hoy es
hablar de los gemelos, que, como ya anoté una vez por aquí en
plan de chocarrería, son casi exactamente iguales. Un día,
en el paddock, un padre le decía a su hijo pequeño al paso de
Jose Luis por su perpendicular que Jose Luis era un jinete
repetido. Por aquel entonces a Jose Luis le asomaban bajo la
gorra unos furtivos ricillos castaños que Matías no gastaba,
algo que servía para diferenciarlos fácilmente. Dicen los
muy versados que Matías es como aquel gran cabalgador al que,
al parecer de no sé cuál cronista de mucha enjundia, los
équidos elegirían como mejor binomio para disputar una
carrera: un gran entendedor al que pocos fustazos bastan; a
Jose Luis, en cambio, en orden a alguna que otra puesta a pie
que yo recuerdo, se le podría definir como más enérgico. Y
esas formas de atacar la recta final también ayudan a
distinguirlos en la pista. Matías suele ser acaso un pelín
más receptivo con los mensajes de ánimo que recibe antes de
saltar al verde y con las interpelaciones de felicitación que
se le sueltan durante el regreso de los caballos si él ha
resultado vencedor. No digo que Jose Luis no lo sea, que se le
ve bien a menudo sonreir a muchos antes de la carrera, guiñar
el ojo a no pocos en la bajada hacia el anillo, y agradecer
con el puño en alto las ovaciones que se le brindan cuando es
el primero en cruzar como cabalgante la línea de meta, pero sí
es verdad que es excepcional animar a Matías sin obtener de él
al menos un agradecimiento somero. Y esa es otra de las
razones por las que los diferenciaréis en La Zarzuela.
Ayer Matías y Jose Luis, Jose Luis y Matías, coparon la
llegada en la tercera de la mañana por delante del rubísimo y
foráneo Grosjean, en una alegórica y hermosa viñeta de lo que
un Nacional completo debe de ser. Y para mí supuso un gran
contentamiento, que el clan de los Borrego es a las Carreras
como los Hermanos Marx al humor, como los hermanos Montgolfier
a la aerostática, como los hermanos Lumière al cine, como los
hermanos Karamàzov a Rusia, como las hermanas Bronte a la
literatura, o como los hermanos Von Trapp a los festivales de
música tirolesa en el Salzburgo maravilloso de finales de los
dorados años treinta. Y cuando veo a los Borrego subidos a
sus monturas los domingos puntuales, yo me siento como el
personaje de Ben Kingsley en La Lista de Schindler cuando ve
volver a Schindler de Auschwitz con todas las mujeres
perdidas: en muy buenas manos. Ah; y por si son escasas
las pistas que os he dado a los que las necesitáseis para
distinguir a esos gemelos que ayer golpearon dos veces (que me
he extraviado unos párrafos atrás no sin querer por la
placentera senda de los halagos de sobremesa), hay otra que es
completamente infalible: basta con mirar en el número de A
Galopar a qué caballo conduce cada cual. Eso, hasta la
fecha, nunca ha fallado. _________________
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