Leonard Quercus
Registrado: 13 Dic 2006 |
Publicado: Lun Abr 09,
2007 3:47 pm
Asunto: CUANDO FANNY ENCONTRÓ A MAGIC |
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No lo dijo nunca, pero yo
sé que Fanny pensaba que Jose Luis Martínez era el mejor
jockey que ella había visto. Y, creedme, ella había visto
montar a muchos. Era Fanny de las más grandes entusiastas
de las carreras de caballos, que han existido pocas como ella.
Jamás se perdió una retransmisión y, aunque no tenía por
costumbre jalear a sus favoritos cuando los equinos se
acercaban a la línea de meta (no se le oía a Fanny una palabra
más alta que la otra), clavaba sus ojos en la pantalla con su
tierno mirar de piedra y permanecía inmóvil y como imbuída de
una especie de fervor místico durante cada una de las pruebas.
De hecho, si no nos acercábamos a abrazarla para celebrar
nuestros aciertos en la Quíntuple cuando así sucedía, ella no
era capaz de cambiar la postura. Fanny llegó de la remota
Asia coincidiendo con la reapertura del Hipódromo en 2005 y
desde el principio se hizo un hueco entre nosotros ganándonos
poco a poco por su apacibilidad silenciosa y por su tímida
sonrisa. Fanny era estilizada como un junco y poseía por
igual esa gracia innata y esa delicadeza musical de las
geishas verdaderas. El peinado de Fanny recordaba al
peinado de la Dama de Elche; yo no sé quién le habría enseñado
a aderezarse así, porque cuando entró en la casa por primera
vez ella era mínima como una ardilla, pero el caso es que al
despertar nosotros, ya estaba Fanny en su puesto y a tono para
afrontar otro día más con sus crenchas de azabache recogidas
con exactitud milimétrica sobre sus diminutas y blancas
orejitas. Los domingos por la mañana, justo cuando los
javieres saludaban a la afición desde su foto fija en los
hipódromos de otras ciudades, yo, mirando de reojo a Fanny,
creía percibir en ella ese atisbo de emoción que nos conquista
a todos poco antes de los acontecimientos más sorprendentes.
Hoy confieso con pena que no me atreví a traerla a La
Zarzuela: primero porque no todos me habriais comprendido y
luego porque sus dificultades motóricas y con nuestro idioma
lo hacían harto complicado. Fanny nunca se quejaba, nunca
nos pedía nada, nunca se enfadaba, y todo lo agradecía con su
sonrisa perenne y dibujada; y yo sé que era la fan número 1 de
"Magic" Martínez porque jamás se quitó su chaquetilla fina con
los mismos colores de la Yeguada Cortiñal, como hacen los
niños con las camisetas de Ronaldinho o de Dani Güiza.
Llamaba muchísimo la atención. No hubo visitante en
nuestra casa que no se fuera enamorado de la docilidad mágica
ni de la lírica esencia de Fanny ni quien, al verla,
reprimiese una lisonja dulce y sincera. Y tampoco faltaron los
que se brindaban a hacerse cargo de ella si lo necesitábamos
ni los que se la quisieron llevar a todo trance. Fanny nos
dejó un martes de no hace demasiado. Su frágil constitución no
pudo soportar uno de los golpes fortuitos de la vida y ya no
nos regalará más su sonrisa perenne y dibujada; ni volveremos
a percibir su emoción incontenible y granítica minutos antes
de empezar las carreras. Fanny, que debía su nombre a la
semejanza inverosímil que guardaba con una tía política de mi
mujer con ancestros japoneses, vino a estrellarse contra el
suelo desde su sitio en la tercera balda de la estantería,
justo enfrente de la tele, un martes en que emprendimos
zafarrancho de limpieza, y se rompió en tantos pedazos de su
minúscula porcelana oriental que ni el orfebre mayor del reino
la hubiese podido recomponer usando de ningún adhesivo
fenomenal. Mi hermana la había comprado en la Tierra del
Sol Naciente en Octubre de 2005, y nos la presentó con la
certeza de que traía la suerte consigo si se le sabía
encontrar el punto débil. Yo agarré al vuelo el anuncio en
la esperanza definitiva de acertar la Quíntuple, pues adiviné
en la coincidencia absoluta del atuendo de Fanny con el de la
Yeguada de Antonio Picado un aviso de los dioses. Mas
ahora, mientras os escribo y veo el hueco que dejó Fanny en la
estantería, pienso que la Fortuna es veleidosa y que los
mensajeros de la Buena Suerte suelen ser también el vehículo
del que se sirve la Naturaleza para demostrar científicamente
la infinita y proverbial estolidez humana. Y porque no
hemos acertado ninguna Quíntuple y seguimos dependiendo de
unos sueldos a final de mes, algo que nos diferencia a los
pobres de los ricos, declaro solemnemente que no volveré a
depositar mi fe en ningún artificio étnico de superchería.
Aunque, y pese a que no todos lo hubierais comprendido,
¿qué os estaría contando esta nubosa tarde de Abril si la
hubiese llevado ayer al Hipódromo y hubiera apostado con ella
en ristre unos euritos a "Magic" Martínez en las carreras de
Reddy Boy y de Sliploge? En fin, ilustrísimas: que la
superstición trae mala
suerte. _________________
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