Leonard Quercus
Registrado: 13 Dic 2006 |
Publicado: Lun Abr 02,
2007 5:05 pm
Asunto: MAÑANA EN LAS CARRERAS PIENSA EN
MÍ |
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Al estar en una semana que
es Santa no sonará raro que comience hablando de Jesús de
Nazaret. Como a Jesús de Nazaret me quedan sólo doce muy
buenos amigos. En un tiempo pude haber colonizado Groenlandia
con todos los que tenía, o con todos los que creía tener, pero
el tiempo y, sobre todo, la razón, han ido separando el grano
de la paja y a los interesados de los fieles para dejarme
únicamente con esos doce insobornables. A mis 33 años, edad
que (volviendo a Jesús de Nazaret) se dice que es la de Cristo
(aunque Cristo también tuvo 6 años, y 13, y 22, y 26...), me
encuentro en disposición de aseverar que no creo que consiga
muchos más por muchos abriles que me queden por exprimir.
Me contaba uno de esos doce amigazos de un guión de Woody
Allen en el que el personaje que habría de interpretar el
inconmensurable y neurótico neoyorquino, ansioso de fortuna y
gloria, acompaña a uno de los próceres históricos que en el
mundo han sido allá donde va para, situándose lo más cerca
posible del susodicho, tener su momento de fama televisiva en
las escenas que al prohombre le retransmiten. Así, se ve
al personaje de Woody al lado del líder en una visita a unos
baños turcos, anexo al líder en una inauguración de un tramo
ferroviario, adjunto al líder en la conmemoración de la Fiesta
Nacional, aledaño al líder en un Hospital para heridos y
mutilados de guerra, próximo al líder en una rifa benéfica,
conurbano al líder en todos los mítines que el líder acomete,
contiguo al líder en una representación de El Lago de los
Cisnes de Pedro Tchaicovsky, limítrofe al líder en un safari
por Kenia, colindando al líder en una lectura pública de los
escritos védicos de Brahmashiva "el Venerable", y adherido al
líder en la entrada del líder a un museo de mucha reputación
para asistir a una conferencia sobre los pies planos, cabos y
contritos en el Egipto de los faraones. En todas las
secuencias, y con independencia de la seriedad del evento, el
protagonista aparece saludando jubiloso a la cámara para
conseguirse esa popularidad de la que os hablaba. Mi hija
nació durante una noche encapotada del Octubre de 2005. Y es
por ello que ni ella ni mi mujer han podido acudir conmigo a
todos los domingos de carreras. Mi hija es pequeña y liviana y
los días de frío o de lluvia (que son mis predilectos) ha
visto a los caballos desde casa; y también vio desde casa la
Temporada de Primavera del año pasado por ser demasiado bebé.
Así, desde ese mes de Octubre he venido al Hipódromo
muchísimas más veces solo que acompañado. Lo que os
contaba de Woody Allen tiene relación con el hecho de que mi
esposa, los domingos que cumplo en soledad, me pide un saludo
en la distancia para ambas y para verlo en la 2 de Televisión
Española cuando se reproduce la jornada. Para mí es un
poco molesto, porque soy esquivo y montaraz y me supone una
infinidad salir de mi caparazón y buscar las cámaras en faena
para, como Woody al mundo en su guión, procurarles yo a ellas
un sombrerazo de amor desde el fondo de la imagen. Y no os
habéis imaginado hasta ahora lo que significa tener que
moverse como una peonza dando vueltas al paddock hasta que los
empleados de TVE se deciden definitivamente por una ubicación
para su filmadora, pero os lo voy a explicar yo: significa ir
de acá para allá en tanto el cámara desecha los fondos poco
sugerentes, de allá para acá (a la inversa) en tanto el cámara
busca o se aparta de la luz frontal, de acá para allá otra vez
porque realmente ese fondo sí era sugerente, o al menos sí más
sugerente que este otro, de allá para aquí porque la camisa de
Javier no queda fina con ese árbol, de aquí para acullá porque
tu chaqueta, Javier...[no, Javier, tu chaqueta no, la del otro
Javier] no realza lo suficiente con el ocre de la arena, y de
acullá dos metros más hacia la izquierda para evitar como
campeones la sombra de esa columna... Y eso sólo a primera
hora, porque luego me toca saltar como un mandril con los
brazos en alto y durante el retorno de los caballos para que
se me vea dentro de la foto fija que se toma desde la dichosa
torre que hay enfrente de la meta, y agitar la mano como sin
querer detrás del podium donde se entregan los trofeos a los
flamantes ganadores... Así que no seáis duros. Si en
alguna ocasión mirando la tele os encontráis con el mismo
chico en la misma mañana dando vueltas como una peonza,
saltando como un mandril, o saludando de soslayo detrás del
podium que hay en el paddock aparentando querer hacerse famoso
con un minuto de gloria, no lo critiquéis como a un imbécil
irrecuperable. Es sólo este Leonard, que ha salido de su
caparazón para respetar una promesa sagrada y que siempre es
consecutiva a esas otras palabras: mañana, en las carreras,
piensa en mí. _________________
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