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Va por ti, Javi
(por Ribeira)
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Foro A Galopar & Turfinternet, 21/02/2007
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Han pasado tres días, y quizás, ahora sea capaz de plasmar en una
crónica cómo fue aquél último día de la temporada de carreras de Dos
Hermanas. No voy a escribir sólo sobre el día 18, porque el fin de
semana al completo fue un cúmulo de sensaciones que quiero dejar
plasmadas en esta crónica
El viernes 16, cuando entré al foro, me enteré que el II premio Javier
Piñar Hafner que otorga la Peña Hípica El Búcaro recaía en José
Antonio Rodríguez. Nadie puede imaginar la alegría que sentí al leerlo.
Sé que siempre le tuvo mucho cariño a Javier, tanto como Javier se lo
tuvo a él, y sé que para José Antonio fue uno de los premios más
emocionantes que ha recibido por ser en memoria de una persona que tanto
significó para su familia, para sus amigos y para el mundo del turf. Ése
mundo que quiere recordarlo año tras año en un Memorial, ése mundo que
dos años después siente que le falta una persona cuya presencia en las
cuadras era motivo de fiesta y de celebración, tal y como contaba Gerardo
Torres en la revista de la penúltima jornada de Dos Hermanas. Gracias,
Gerardo, por esos recuerdos.
Podría ahora seguir hablando de esos recuerdos y de esa persona que fue
mi hermano, y probablemente sería lo más natural, pero creo que Gerardo
con su página hablando de las cuadras, mi padre con la semblanza que de
él hizo para la última jornada, y el discurso que leyó el domingo,
está casi todo dicho. ¿Qué era una persona infatigable y vitalista?
¿Qué siempre tenía la ilusión en sus ojos a pesar de sus limitaciones
y que nunca se dejó vencer por ellas? ¿Qué se hacía querer por todo el
mundo y que nunca se le oyó una queja? Eso y mucho más está dicho por
toda la gente que lo quiso y lo conoció, y por muchos que no lo conocían
pero que sabían de él. Pero decirlo y saber lo que todo el mundo decía,
no bastaba; era necesario que siempre quedara presente en la memoria de
todos los que acuden al hipódromo y todos los que acudirán en el futuro.
Estoy segura que a Javier le hicieron justicia el domingo tal y como se
merecía.
El domingo amaneció un día precioso (no sé cómo lo haces Javi, que
siempre brilla el sol en estas ocasiones) y una temperatura fantástica.
En casa, papá escribía a ordenador el discurso, porque decía que no iba
a ser capaz de decirlo sin leerlo; Carlos, se fue pronto para entrar en la
taquilla de apuestas; y el sector femenino andaba de arreglos de un lado a
otro. Hasta aquí no hay nada anormal, es lo lógico, pero realmente
estábamos nerviosos, emocionados, y a la expectativa. Estábamos seguros
que sería muy emotivo, que era lo más bonito que podía ocurrir, que era
motivo de alegría y estábamos de enhorabuena. Pero también era un
momento triste, de recuerdos dolorosos porque el homenajeado no estaba.
¿No estaba, he escrito? Bea, rectifica. No en cuerpo presente, no
teníamos su sonrisa física, su ilusión en presencia, y eso era lo que
dolía, pero sí lo teníamos en el corazón de cada uno y él estaba
haciendo que brillara el día para su homenaje.
Llegados al hipódromo, hasta la cuarta carrera todo transcurrió con
normalidad. Yo corría de la televisión a los palcos para ver las
llegadas, y de los palcos a la televisión para ver la repetición, para
tener la certeza que realmente que mis apuestas y mi concurso se me
escapaban siempre por un tercer caballo que nunca tenía en cuenta. Por
culpa de ese tercer caballo no sólo yo me quedé sin pasar por caja para
cobrar, sino también todos esos amigos que confiaron en mis pronósticos
y en mi suerte se fueron de vacío, así que me temo que no van a volver a
repetir la experiencia. En la cuarta carrera ya ni apuestas, ni
pronósticos ni nada que se le pareciera. Ya estaba yo, como dirían mis
amigas “dispará”. Corría del stand de venta de libros de Javier al
palco y de ahí escaleras abajo para descubrir la placa con mi familia.
Cuando llegué a la zona de acceso que hay frente al paddock, pude
comprobar como la gente se acercaba y se acumulaba por segundos para ver
cómo se descubría la placa. Pronto la zona era una masa de gente
compuesta por familia, amigos, conocidos y no conocidos que nos apoyaba,
nos rodeaba, nos daba su calor y su cariño. Los cinco, emocionados de ver
tanta gente, nos cogíamos de las manos mientras Francisco Toscano decía
unas palabras y explicaba porqué Javier representaba como nadie el turf
en Andalucía y era el nombre adecuado para el hipódromo. A partir de ese
momento, la congoja me oprime la garganta. Intento mantener mi ánimo
firme, pero mis lágrimas me traicionan. Cae una, otra, y después ya no
puedo contarlas. No soy capaz de recordar todas las palabras de Francisco,
porque mi cabeza andaba en el mar de los recuerdos, centrada en mis
sentimientos, mis sensaciones y pensando en los sentimientos y sensaciones
de los demás, mis hermanos, y en particular los de mis padres. Gracias
por ese reconocimiento a la corporación municipal. Gracias Francisco
Toscano. Gracias por esos dos años de espera.
Llegó el momento de descubrir la placa. Lloramos de pena por quién no
estaba, pero con la emoción que siempre quedará constancia de él. El
aplauso se eleva al cielo, se hace interminable, un aplauso atronador. No
se oía una palabra, era un silencio roto por esas palmas que sonaban a la
par. Y papá coge el micrófono. Qué bien lo hiciste. Qué sentimiento.
Qué presencia. Te admiro, porque no fue nada fácil, nos consta, pero fue
muy hermoso papá, nadie hubiera podido hacerlo mejor y con tanto
sentimiento. Gracias por ese discurso, y ese brindis al cielo.
Y ya, besos, abrazos, emoción… yo no recuerdo cuánta gente se nos
acercó, nos prestó su apoyo, nos brindó su cariño y nos acompañó. Y
siguieron haciéndolo cuando subimos al VIP a celebrarlo. Y sí, la
victoria de Trueno Negro fue impresionante, con qué holgura y con qué
tranquilidad ganó, pero… a esas horas ya mis apuestas y mi concurso
habían pasado a un segundo plano en mi cabeza. Ya solo pensaba en la
alegría que se entremezclaba con un deje de tristeza, en lo emocionante
del día, en la compañía de la gente que nos quiere y en lo feliz que se
estaría sintiendo mi hermano desde donde está a cada vistazo que echara
al hipódromo.
¿Pudo un fin de fiesta, un fin de temporada ser mejor? Para mí desde
luego no. Para terminar, y poner el broche, ya no hubo quién me parara al
primer toque de guitarra y me entregué a las rumbas y sevillanas (cómo
te gustan a ti, Javi) y a la alegría de la fiesta.
Gracias a esos amigos, los de mis padres, los de mis hermanos y los míos
que allí nos acompañaron, a la familia que estuvo en todo momento con
nosotros, y a toda la gente que allí estuvo. Gracias por ese apoyo.
Ribeira.
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