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HIJOS DE UN DIOS MENOR
(por Leonard Quercus)
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Foro A Galopar & Turfinternet, 15/01/2007
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Cartucho era sencillo y humilde. Apenas alcanzaba el metro y medio de
alto, nunca fue el más bonito ni el más garboso y estaba, en honor a la
verdad, un poquito rechoncho.
El sábado en que lo trajeron a la casa, pálido y tembloroso, envuelto en
una manta deshilachada, aún los más optimistas de entre los nuestros le
auguraron menos de dos semanas de vida. Con ello nos dio su primera
lección: a las tres semanas de su venida Cartucho ya correteaba con los
otros pequeños del barrio.
Glotón y alegre, era siempre el último en llegar cuando todos los chicos
(como diría Claudine) se acercaban a saludar, pero os sentíais con él
como si os encendiesen otra luz.
Era Cartucho friolero. En invierno quería dormir muy cerca del fuego y
nunca le gustaron el barro que se formaba en las praderas segadas ni los
enormes charcos de agua oscura que surgían en torno al depósito los
meses en los que llovía.
En verano, en cambio, era el más feliz del mundo descansando bajo las
estrellas.
A Cartucho le hablábamos de Faetón, que salía cada mañana por el Este
para alcanzar el Oeste por la noche, a la caída del sol; le hablábamos
de Pegaso, alado y ligero, como un gorrión, y de Babieca, y de Bucéfalo,
pero desde que Cartucho vio por la televisión un domingo una carrera de
caballos quiso ser como Young Tiger.
Así, los lunes y los viernes retaba a su amiga Polvorilla a una galopada
hasta la fuente y, cada tarde, cuando la furgoneta del correo se volvía
por el camino, Cartucho se esforzaba por adelantarla, en paralelo, antes
del recodo.
Se apuntó por cuenta propia a una competición para conmemorar el tercer
aniversario de la marcha de los trillizos Boorman, a otra celebrada tras
lo de la aceituna, a la intensiva de Las Membrillas, y a las del Barón
Bambirun, y, aunque las perdió todas, su sonrisa luminosa y su ánimo
invencible lo convirtieron en el participante más querido de los cuatro
condados.
Nunca se le apuntó una mala cara ni un mal gesto y, cuando arribaba
alguien nuevo a la casa, era Cartucho el encargado de conseguir que los
primeros momentos del recién venido no fuesen violentos.
Si alguno de los niños pretendía jugar con él, Cartucho se dejaba
hacer, tranquilo, y se creía Young Tiger al paso. Si era alguno de los
adolescentes el que lo buscaba Cartucho se convertía en un Young Tiger al
trote y si éramos uno de los veteranos los que nos arrimábamos se
disfrazaba Cartucho de Young Tiger al galope.
Un día Cartucho no se despertó. La tarde anterior, a su vuelta del
recodo, había pasado un buen rato hablando con Polvorilla, en la fuente;
luego, estuvo mirando como las golondrinas bajaban como meteoros a beber
el agua que él y ellas compartían.
Después de cenar se fue a dormir, feliz, y para siempre, debajo de las
estrellas.
Leyendo en este foro no hará mucho tiempo mensajes de crítica hacia
otros mensajes de algún otro de los foreros y otros mensajes de la semana
pasada sobre el corazón, la honradez y los defectos de Siberiano Tom, y
reparando en que en el mundo del Turf, que nosotros amamos, hay muchos
más caballos como Cocoliso, Chelva, Ferrón, Groucho, Native Woman o Yin
Yan que como Young Tiger, me he acordado de Cartucho, que llegó en una
manta deshilachada y que perdió todas las carreras.
Y he pensado que yo sí quiero a Siberiano Tom - corriendo como le venga
mejor y hasta que él deje de ser feliz - de igual forma que quiero todos
vuestros mensajes: los de los que sois buenos y los de aquellos que sois
mejores, porque si no los echaría de menos como Polvorilla echa de menos
a Cartucho y por la misma razón por la que sin Yin Yan, Native Woman,
Groucho, Ferrón, Chelva o Cocoliso no nos podría Young Tiger demostrar
que es el mejor.
Cabalguéis como cabalguéis, escribáis como escribáis, hay un hueco que
sólo vosotros podéis cubrir.
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