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SONRISILLAS O LA FUERZA DEL SINO
(por Leonard Quercus)
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Foro A Galopar & Turfinternet, 08/01/2007
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¿Habéis sentido alguna vez esa asfixiante sensación de no saber dónde
ocultaros cuando a ese caballo que a vuestros conocidos, neófitos
turfistas, atraía antes de la carrera, y que vosotros descartasteis,
cruza triunfador la línea de meta?
¿Habéis sentido sin verlos esos ojos inquisidores de vuestros camaradas
esporádicos en vuestra nuca, timbrazos en los oídos, y una repentina e
insosegable inquietud por el buen nombre de vuestra madre?
Yo sí.
La primera vez, como decían Huey Lewis y su grupo The News en aquella
canción de la banda sonora de Regreso al Futuro, fue en mi época de
colegial. Mis primos hermanos Jesús y María, que nunca se contagiaron de
mi afición granítica por el turf, se decantaron una tarde soleada tras
un vistazo somero al Recta Final por Farruco. Yo, por supuesto, y
sonriendo condescendiente, los desautoricé: " Farruco es un penco
que no ha hecho nada en su vida ".
Desde luego, y después de aquello, después de que el colocado de Farruco
fuese pagado como pocos hasta entonces en la historia del Hipódromo, si
mis primos volvían a la Zarzuela se daban a la más productiva y relajada
actividad de los juegos de mesa, toda vez menoscabada mi reputación de
exitoso apostador ante el resto de la familia.
A principios de los noventa, un compañero lejano adicto a los libros de
Wayland Drew, a quien me encontré cerca del Recinto de Balanzas, me
comunicó su intención de jugarse hasta las cejas por un ganador de
Willow en la primera de la jornada. Mi sabiduría lo atajó de un golpe:
" Willow está fuera de forma ", le vine a decir.
Por fortuna para mi integridad física, tras - por descontado - el paseo
abrumador de Willow, Gustavo, que tenía una fama justa de pendenciero sin
retorno, estuvo hasta que nos fuimos tranquilo y como aletargado y con lo
que le quedaba en el billetero a salvo de mis designios.
Poco tiempo después, un condiscípulo de la facultad, etéreo y frágil
como un jironcillo de nube, manifestaba sus deseos de jugarse en un gran
premio unos duritos a Laguna por los lindos colores de la Cuadra Alborada.
"Laguna no puede hacer nada" , le dije. "Su jinete lleva la
banda amarilla, lo que significa que va a sacrificar su opción por lo que
en ciclismo llamaríamos su jefe de filas. Apuesta por otro".
El colocado de Laguna, segunda en el gran premio, lo cobraron sus
visionarios a 1920 pesetas de la época: un fortunón para los
universitarios. Josema no me dirigió la palabra durante toda la semana
siguiente.
Hace poco más o menos tres meses, cuando de mi época de colegial no
quedaban ni los rescoldos, Ana, una compañera de una de esas tantas
empresas por la que he pasado sin aposentarme, me envió un sms -
conocedora de mi devoción por las carreras de caballos - en el que se
leía literalmente: "Estoy en el Hipódromo. ¿Por quién apuesto?
¿Qué te parece Sonrisillas?". Yo, en el paddock, y viendo el
aspecto sudado e insalubre (a mi mediano juicio) de Sonrisillas, le
contesté resuelto: "Sonrisillas está feo. Vota por el de Horcajada".
Lo demás, o lo que es lo mismo, la victoria insoslayable de Sonrisillas,
lo tendréis fresco casi todos, pero yo me quedaré para mí y para
siempre con la mirada de vilipendio que me propinó mi compañera al
despedirnos esa mañana.
En fin, mi hermano me ha dicho que la primera jornada de carreras de la
temporada que yo ya ansío, ese veintitantos de Marzo, me acompañará a
las carreras. Y pienso apostar al que él me diga (aunque mi hermano no
pisa la Zarzuela desde que se rompió el cúbito y el radio en 1981 tras
caerse en los peldaños de la entrada) ya lo elija por el nombre, la
chaquetilla del jockey, o por cómo sople el siroco esa mañana más allá
de Jartum.
Aunque bien pueda ser que ese esperado Domingo de Marzo ganen todos los
que tengan que ganar.
¡¡ Bienaventurados los que gustamos de las carreras de caballos porque
nosotros conoceremos la incertidumbre !!
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