Los factores que determinan que un caballo se comporte sobre una pista
pesada mejor respecto a sus rivales que en una superficie seca, son
múltiples. Ninguno de esos factores resulta determinante por sí solo,
sino la combinación de varios de ellos. Además alguno de los
condicionantes es favorable en cierto sentido y desfavorable en otro.
Por mi experiencia como aficionado puedo citar unos cuantos, pero
seguro que hay otros que los profesionales conocen y no son tan claros
como los que a continuación expongo:
Primer factor: Casco grande. Este es evidente, pues a mayor superficie
de contacto sobre el suelo, el peso del caballo se reparte más, con lo
que se clava menos. Por eso los humanos se ponen raquetas en los pies para
andar sobre la nieve en las regiones frías.
Segundo factor: Amplitud y frecuencia del tranco. Si dos caballos
cubren la misma distancia en el mismo tiempo, pero el primero tiene una
acción más larga y emplea menos trancos, el segundo de ellos es más
eficiente en terrenos pesados. Un tranco corto propicia despegarse una
fracción de segundo antes, lo que hace que el hundimiento en el barro sea
ligeramente menor.
Tercer factor: El peso del caballo. Está claro que a mayor peso del
animal, la presión sobre la superficie es superior. Claro que esto tiene
sus límites. Despegarse de un suelo pegajoso, supone disponer de potencia
suficiente para hacerlo. Un caballo pequeño pero débil se clavará menos
pero le costará más salir de la superficie fangosa. Además esto enlaza
con el siguiente factor.
Cuarto factor: El peso del Jockey. Con barro la escala se alarga, los
kilos se vuelven “proporcionalmente más pesados” si se me admite la
definición. Los pesos bajos se ven favorecidos respecto a los pesos
altos. Un caballo que en pista seca tenga un valor superior a otro cifrado
en diez kilos, probablemente no debería portar más de nueve en pista
embarrada para equilibrar el handicap. Este factor favorece a los caballos
más fuertes frente a los de físico diminuto, pues los kilos se vuelven
mucho más incómodos en superficies pesadas y los más poderosos lo
acusan menos.
Quinto factor: Forma de correr. Hay caballos que recorren los metros de
una prueba a ritmo más o menos monocorde, mientras que otros gustan de
relajarse durante el recorrido y acelerar en la recta. La pista embarrada
favorece a los primeros y penaliza a los caballos veloces. Correr en punta
suele ser favorable siempre y cuando el paso sea el correcto. Los jockeys,
sabedores de que en estas condiciones correr en retaguardia no resulta
aconsejable, en ocasiones compiten por coger la cabeza de forma tan
desaforada, que sacan de paso a sus monturas. Por eso a veces, los
hundimientos en la recta de los que han ido en punta son espectaculares,
dando la impresión de que los que les sobrepasan rematan como aviones,
cuando en la realidad no hacen mantener el mismo nivel de galope durante
toda la carrera. El sentido del paso es una cualidad primordial entre los
jockeys. Sobre pistas con un estado variable, hay que tener una
sensibilidad enorme para no errar en el ritmo. Otra cuestión es la
molestia que produce recibir en la cara el barro que despiden los cascos
de los caballos que marchan en cabeza. Cuando la carrera se disputa sobre
arena mojada, el perjuicio es aún mayor, tanto para el caballo como para
el que lo monta.
Sexto factor: La cuestión psicológica. Es la menos visible, pero
quizás la más importante. Simplemente hay caballos que odian el barro,
no les gusta competir en estas condiciones, sufren por ver mermada su
capacidad galopadora, mientras que otros por el contrario parece que les
divierte. Además, si la carrera se disputa con lluvia fuerte, puede ser
otro elemento de consideración para determinados ejemplares.
Así que la combinación más favorable se daría en un handicap, con
un caballo de tamaño medio tirando a pequeño pero robusto, con cascos
grandes para su talla, al que le gustase correr en punta; que por supuesto
disfrutase corriendo sobre el barro y tuviese una acción corta y
monocorde. A esto se le añade que cargaría un peso bajo, y sería
conducido con un jockey sin plomo en la montura (todo el peso “vivo”).
Otra cuestión es la virtud de elegir el “pasillo” que se encuentra
en mejores condiciones. Nunca suele ser el mismo, pues depende mucho de lo
pisoteado que esté. A veces se corre más deprisa cerca de la cuerda,
mientras que en otras ocasiones resulta preferible coger zonas más
exteriores. En este análisis es fundamental observar el comportamiento de
los caballos en las carreras inmediatamente anteriores. Hay jockeys que,
interpretando correctamente esta situación, consiguen victorias donde
otros las pierden. Un gran jockey lo es en todos los aspectos; no solo
montando, sino en el análisis previo de la carrera, estado de la pista,
rivales, etc.
Hace veinte años, sabía que caballos iban en el barro y cuales no.
Mis conocimientos del contingente actual de purasangres no es todo lo bueno
que me gustaría. Al vivir en Pontevedra, salvo en ocasiones puntuales,
solo veo carreras por el ordenador y por la tele, por lo que no me veo
capacitado para opinar si éste o aquel ejemplar es bueno en barro. Pese a
la clara predisposición genética hacia las pistas fangosas, la enorme
variedad de orígenes existente entre los caballos que hoy disputan
carreras en nuestros hipódromos, me tiene muy despistado.
En el pasado era “vox populi” que los hijos de Caburé, Goyaz,
Frisco, Rheffissimo, etc, eran los mejores sobre pista pesada. Como
paradigma de todos los barreros, no puedo terminar estas notas sin
acordarme de una yegua cuyo valor variaba como el día lo hace de la
noche, según la pista estuviese seca o mojada. Se trataba de ISHAYA, una
hija de Goyaz y Sunide. Este ejemplar, según mis registros, era no menos
de diez kilos mejor en barro de lo que lo era en seco. Fue una simple
yegua de handicap, pero esa predilección por los terrenos húmedos la
hizo en su día muy popular y propició algún que otro sonoro batacazo en
las apuestas.
Otro día hablaré sobre el mito o realidad, respecto a la habilidad de
los tordos en los días nublados.
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