Escribí este artículo tras ver ganar a BEST MATE su 2ª Copa de Oro de
Chentelham en el 2002.
No me cabe ninguna duda de que hoy BEST MATE ha regresado al lugar del
que vino para iluminarnos con su belleza y su nobleza de corredor supremo:
¡El Paraíso!
BEST MATE, EL CABALLO DEL PARAÍSO
Cuando el pasado jueves las 60.000 almas que abarrotaban el hipódromo
de Cheltenham vieron a BEST MATE enfilando la recta final para despegarse
prodigiosamente de sus rivales, todos supieron que estaban asistiendo al
nacimiento de una leyenda, la leyenda de BEST MATE, el caballo del siglo.
Desde el comienzo de su andadura por las pistas su entrenadora
Henrietta Knight, asombrada por los brillantes modales del animal, solía
decir: “BEST MATE se piensa que es ARKLE”, como si su caballo tuviera
un altísimo concepto de sí mismo, ya que ARKLE había ganado tres veces
la Copa de Oro. Ahora, ya lograda la segunda copa consecutiva, ella dice:
“Todavía no es ARKLE, para eso tiene que volver a ganarla el año que
viene”. Pero la afición no tiene ninguna duda: salvo infortunio de
lesión BEST MATE volverá a ganarla el año que viene, y tal vez el
siguiente, convirtiéndose en el caballo del siglo.
Ha nacido la leyenda de BEST MATE. Es propio de las leyendas el superar
el abismo de los siglos retornando a los mitos fundacionales de los
orígenes. Y así lo fue mientras BEST MATE galopaba hacia la gloria en
Cheltelham. La carrera de este gran campeón fue un poema a las esencias
de raza del purasangre inglés. Su galope durante los selectivos cinco
kilómetros de la carrera fueron una evocación de aquellos sementales
árabes que fueron llevados a Inglaterra para ser cruzados con las royal
mares, los padres fundacionales, aquellos caballos árabes caracterizados
por galopar incansables durante largas distancias. Porque el galope de
BEST MATE fue de incansable esencia árabe. Y la acción del caballo en el
último kilómetro no pudo sino recordarnos al lado femenino de su linaje
fundacional, a las royal mares inglesas, cuya característica era la
velocidad. BEST MATE destapó en el último kilómetro una aceleración
prodigiosa, y lo hizo bajo mínimos requerimientos de su jinete, puro
clasicismo, momento culminante de una raza: BEST MATE o el epítome del
purasangre inglés.
Y ya que hemos mencionado a los antiguos caballos árabes continuaremos
por esos ámbitos. BEST MATE estaba corriendo una moderna carrera de
caballos pero no lo parecía. Su naturalidad a la hora de acometer los
saltos no era propia de agonística competición. Más bien parecía que
se tratase de lúdica galopada por los campos. BEST MATE, con su
extraordinario físico, es la belleza y la clase hechas caballo. BEST
MATE, caballo de príncipe disfrutando con su amo la galopada de los
campos, esa es la imagen de leyenda que nos ofreció el jueves este gran
campeón. Los caballos de príncipe no necesitan el recordatorio de la
fusta para desatar su velocidad, de eso se encarga su clase, y así fue
que su jinete Jim Culloty para nada la necesitó.
En las cosmologías místicas de la antigua Persia se describe la
existencia de un mundo muy similar al nuestro pero completamente
purificado de la experiencia del dolor. Este mundo, cuya materia prima es
la luz, es llamado el Paraíso de Xvarnah. En el Paraíso de Xvarnah
existe todo lo que existe en nuestro mundo pero de manera etérea, al
igual que en el mundo de los sueños. Hay ciudades, animales y campos, hay
gentes y vidas pero no existe el dolor. Dicen los místicos que en Xvarnah
si uno recorre un desierto entero o hace sin cansarse y sin padecer sed.
En Xvarnah hay justas y combates, pero los combatientes no sienten el
dolor de las armas, purificándose la guerra en arte marcial. Y así con
todo.
Cuando recorridos cuatro kilómetros de la Copa de Oro BEST MATE, el
caballo de príncipes, comenzó a acelerar hasta el punto de dejar parados
a sus rivales, me acordé del paraíso persa de Xvarnah, en donde el
esfuerzo físico no produce cansancio. Tal fue la naturalidad y belleza de
su acción que parecia pudiese seguir corriendo otros cinco kilómetros. Y
es por ello que podemos especular con que así habrian de ser los caballos
que veían los místicos persas cuando por rapto visionario contemplaban
imágenes del paraíso de Xvarnah.
Y ya que estamos hablando de paraísos no podemos sino mencionar la
apoteósica recepción de las masas a su nuevo ídolo, BEST MATE. Escenas
conmovedoras, como el encuentro entre Henrietta Knight, la entrenadora del
campeón, y su marido –mejor jockey de obstáculos por los años
sesenta- tras la carrera. Detrás de esta pareja hay una maravillosa
historia de redención premiada por la vida con BEST MATE. El marido de
Henrietta Knight, una vez abandonada la fusta perdió el rumbo
completamente, hasta caer en el más profundo pozo del alcoholismo y la
disipación, al filo de la indigencia. Por su parte Henrietta Knight
confesó que hubo un período en su vida en que se gastaba 4.000 libras
anuales en vino. No es necesario explicarse más. Se conocieron, un
romance otoñal, y todo cambió para bien. Una tarde en Irlanda vieron un
potro corriendo una de esas carreras por el campo denominadas point to
point y los dos se enamoraron de aquel caballo. Era BEST MATE. Fue un
flechazo. Desde el primer momento supieron que estaban ante un caballo
diferente. Cuando ambos se encontraron tras la clamorosa victoria él no
pudo más y se echó a llorar como un niño, los sueños y las más
profundas ilusiones realizados, un gran premio a sus pasados esfuerzos de
redención. Este es el Sport of Kings, donde los nobles son los animales.
En el fútbol sólo vemos lágrimas tras las amargas derrotas, sin embargo
en el turf éstas aparecen como resultado de las lecciones de increíble
nobleza que nos concede el purasangre inglés. Los grandes campeones nos
hacen llorar porque les otorgamos nuestra confianza y ellos son capaces de
dejarse la piel en la pista para demostrarnos su inquebrantable lealtad.
Los grandes campeones nos sacan las lágrimas porque en cada carrera nos
dan pruebas de que podemos contar con ellos, de que son nuestro mejor
amigo, nuestro BEST MATE.
|