El "Efecto Miremont" (por Carolina S. B.)
Foro A Galopar & Turfinternet, 30/05/2005

EL “EFECTO MIREMONT”

Mi excusa es que llevo el juego en la sangre.

Mi padre jugaba hasta a la Tómbola de la Vivienda. Un domingo de verano, ya de noche , llegó a casa excitado porque le habían tocado dos botes de mermelada inglesa y nos reunió a todos para que los viéramos. ¡Mermelada inglesa!

Aquél recuerdo quedó grabado para siempre en casa simbolizando el lujo y dignificando los juegos de azar y de hecho cuando, ya mayorcitas, Amelia y yo empezamos a viajar a Londres, nunca dejamos de llevar a Papá mermelada.
-Papá, mira lo que te he traído.
-¡Mermelada inglesa! Te habrá costado mucho, cariño.

Un célebre inglés dijo una vez que el juego es la actividad más ética que existe pues sirve para arruinar a los estúpidos. La tómbola de la vivienda creo que tenía algo de benéfica lo que hacía más ético aún el jugarse el dinero en aquellas apasionantes barracas.

Lo bueno y lo malo de los recuerdos es que van cambiando sin que nos demos cuenta. Sin que percibamos la distorsión. Se deforman en paralelo con nuestra memoria y con la vida misma. Es como si las letras del periódico se fueran agrandando con nuestra presbicia. Se llama “Efecto Miremont”. Lo sufren los pescadores al rememorar el tamaño de la trucha, los hombres con los amores pasados y lo experimentamos las mujeres al recordar a nuestro padres. Por qué se comportarán los recuerdos así?

Teníamos un jardinero en la finca que por las tardes hacia tertulia con nosotras. Hacía observaciones muy elementales y profundas a la vez , como un verano que se lamentaba de que un viento cálido había secado las hojas tiernas de los nogales.
-El viento tiene que servir para algo. Yo todavía no sé para qué pero todo lo que hay sirve para algo. Eso sí lo sé.
Poco después estudiaría yo al griego Leucipo para el que, analizando la causalidad y el azar: “Todo ocurre porque es necesario”.

Los que vivimos el hipódromo de la Zarzuela durante los años setenta sufrimos el “Efecto Miremont”.
No podemos evitarlo pero, ante lo que viene, nos convendrá saber que lo padecemos. Nunca nada es igual que antes y , volviendo a los griegos, “nunca nos bañamos en el mismo agua”.

Demócrito que era discípulo, precisamente, de Leucipo dejó escrita la siguiente máxima que, desde la distancia, me permito sugerir a los ya viejos aficionados españoles: “DEBEMOS CONSIDERARNOS DICHOSOS POR LO QUE TENEMOS Y NO POR LO QUE PODRÍAMOS SER”

Trataré de viajar a España en Septiembre, pero lo haré con el ánimo de ver algo nuevo y, de paso, de jugarme, como siempre, unos euros al caballo de nombre más romántico. Después, gane quien gane, nunca considero que he perdido. En el peor de los casos, he pagado el justiprecio de la excitación.

Aquí dicen algo así como:

Hay varias maneras de arruinarse:
Trabajar es la más aburrida;
La Bolsa, la más elegante;
La Ruleta, la más segura;
Las Mujeres, la más placentera
Y las Carreras, la más excitante.

Carolina S. B.