Una mención especial para Casa Lázaro, en la calle Zorrilla, donde se
celebraron cenas y Poules durante un periodo muy importante en la vida del
aficionado. Tenía precios especiales para todos los amigos de las
carreras. Su dueño era íntimo amigo de mi padre y por supuesto mío,
aunque yo era muy joven por los años sesenta. Qué recuerdos imborrables
de aquellos días. De vez en cuando se montaba una excursión para asistir
a los “galopes” con algún amigo que tenía el privilegio de contar
con coche propio, (muy pocos), o de su padre, pero normalmente íbamos a
pie. Quedábamos a las seis de la mañana para asistir al descubrimiento
de algún “gallo tapado”. Normalmente no veíamos ninguno y los que
estábamos en la tribunilla del centro del hipódromo, llamada General,
(apuestas de 5 Pesetas), bajábamos de ella helados, hambrientos y sin
gallo. Como solíamos asistir a los “galopes” a pata desde el mismo
domicilio de cada uno, no es de extrañar que el hambre que acumulábamos
era de órdago, por lo que nada más terminar los trabajos mañaneros, nos
encaminábamos raudos a la casa de la Encarna, donde nos poníamos ciegos
a comer. Siempre aparecía algún “paganini”, ya fuera mi padre, su
amigo Mendívil, el mismo Lázaro, Jesús Méndez, Federico García, o
algunos de los hermanos Díez, con los que se tenía la confianza
suficiente para que pagasen la cuenta. Nos unía una gran amistad puesto
que unos entrenaban caballos de mi padre y otros los montaban. En
definitiva, que era una maravilla ser joven pues se te allanaban los
caminos y gorreabas a todas horas.
A partir de los años setenta se inicia el renacimiento gastronómico a
nivel europeo cuando comienzan a abrirse los que aún hoy siguen siendo
los mejores restaurantes nacionales: Príncipe de Viana , en la calle
José Zubieta, Club 31, donde su cerillero recuerda el tabaco que fuma
cada el cliente aunque haya pasado un año desde su última visita al
comedor, Zalacaín, El Amparo, Cabo Mayor, El Nuevo Bodegón, Lúculo,
Fortuny, El Cenador del Prado y algunos más que cuajaron prácticamente
desde el mismo momento en que extendieron su mejor mantel. Zalacaín, que
consigue por primera vez en España las míticas Tres Estrellas Michelín,
alcanza un puesto de élite en el Olimpo gastronómico europeo.
La familia Oyarbide simboliza el nuevo Madrid gastronómico de los
ochenta. La inauguración de Zalacaín coincide con un momento de
recuperación de la gastronomía como actividad cultural de contenido
lúdico y con la gran renovación en las cartas. Mientras, la cocina
standard importada vivió un pasajero boom, aunque en los últimos años
parece haberle llegado su merecido ocaso. También la llamada nueva cocina
ha dado paso a la cocina moderna.
No podemos olvidarnos de Ruperto de Nola, en las Torres Blancas,
dirigido por entonces por un buen amigo como Restituto con el que mi
añorado amigo Bernardo y un servidor comíamos muy a menudo inmersos en
unas tremendas charlas sobre muchos temas, como la eliminación de la Meta
Especial o la exhibición de la Foto de Llegada. En medio de la polémica
solía unírsenos Jorge Antonio (Cuadra Dos Estrellas), para recordarnos
su frase favorita: “Pensad, mi amigo, que yo montaba a caballo al mismo
tiempo que aprendía a andar”. Sin darnos cuenta, había pasado la
tarde, y en alguna ocasión se empalmaba la cena. Entonces aprovechábamos
para sugerir a Resti que los jueves incorporase a la carta las modestas
lentejas que posteriormente tuvieron una muy buena acogida repartiéndose
el liderazgo con Jay Alay, muy cerca del ponderado comedor Mayte Comodore,
en la Plaza de la República Argentina.
Felizmente el madrileño de hoy exhibe una amplia sapiencia
gastronómica que es el resultado de todo un siglo acostumbrándose al
noble arte de comer, tanto en los más afamados restaurantes como en los
modestos domicilios propios. Se acostumbró a los primeros devaneos de
corte francés, vivió las estrecheces más absolutas, se aficionó a la
degustación de los platos de otras regiones, aprendió lo que era la
nueva cocina, despreció soluciones incompletas procedentes de otros
países y ha terminado apostando por lo más clásico, aún reconociendo
la necesidad de modernizar muchos de nuestros platos populares, y por
llevar la imaginación a los fogones. En cualquier caso, Madrid es y
seguirá siendo el lugar ideal para todos los comensales potenciales, pues
en sus avenidas, calles y plazuelas se encuentran con facilidad todas las
nociones de restaurantes posibles, todas las cocinas imaginables,
incluidas las más exóticas y, a través de ellas, todas las
interpretaciones de la vida misma.
De los últimos años poco he comentado ya que parece que todos tenemos
fresca la memoria y recordamos, no sin nostalgia, la última carrera que
se corrió en La Zarzuela, con el Premio Gladiateur, y victoria de “El
Aleph”, dejándonos una extraña sensación, y el presagio de que “algo”
malo iba a pasar. ¡Vaya si ha pasado!
Hoy, después de ocho años de insufrible espera de carreras en Madrid,
el aficionado está con la moral por los suelos porque nunca, en tiempos
pasados, podíamos haber imaginado este final. Hemos argumentado, hemos
criticado e incluso hemos suplicado a los organismos correspondientes,
información y fechas concretas de su apertura. Inútilmente. Las revistas
especializadas, los foros, los profesionales, la afición, somos víctimas
de la desorientación con que nos “ distinguen”. Como si todo este
colectivo no contase en el futuro de nuestro hipódromo. Pero, en cambio,
sí hay mucho que decir a la obstaculización de información hípica que,
POR SISTEMA, omite datos e informaciones y se llaman a andanas sembrando
confusión en sus declaraciones. Las cosas claras y el chocolate espeso.
Hasta que no veamos La Zarzuela funcionando no nos lo terminaremos de
creer.
Ya camina el 2005, semana a semana, viviendo la evolución del Madrid
gastronómico, uno de los aspectos más apasionantes para entender la gran
vitalidad de la Capital del Reino, aunque seguimos sin carreras en Madrid,
y ... ¡¡Ya está bien!!
Con la esperanza ciega de que esta vez sea de verdad y que las aguas
finalmente vuelvan a su cauce, pronto nos volveremos a ver y a vivir
buenos tiempos en nuestro hipódromo de la Cuesta de Perdices.
Peine.
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Hipódromo de La Zarzuela: Recién inaugurado (1941), mostró una
enorme expectación en el público de Madrid, que acudió en buen número.
Cadenas-R.Martín: En un sencillo cambio de palabras, Francisco Cadenas
entrega a R.Martín su "nueva" fusta al lograr con Cuartero su
victoria número 30.
Bastantes, Sin Apreturas: La inauguración de una nueva temporada, fue
presenciada por los aficionados de pro. Concurrencia buena, aunque sin
apreturas.
Cuadra Escorial: Los representantes de la Cuadra, recogen el trofeo
ganado por "Rochetto" en el Premio Generalísimo, al que montó
como un maestro C.Carrasco, dejando segundo a Sunial.
Ordenes: R. Martín recibe las últimas instrucciones de A. Hernández,
en presencia de los responsables de la Cuadra Josal.
Minutos después ganaba con "Salloa" delante de Frikky de
Rosales.
G.P.Madrid: A. Blasco saluda al público, después de ganar "Mi
Mourne" con Carudel el Gran Premio (1972).
Jockeys: J.A. Borrego, C.Medina, S. Figueroa, y C. Carrasco, llenos de
ilusiones por esos años, las realizaron durante su periodo profesional
con creces.
Arco: Los últimos metros llenos de emoción, con victoria de
"Saint Crespin", por distanciamiento de "Midnight",
que molestó en la llegada.
Cincuentenario 1966: Con "Marqueze" ganador del Premio, los
franceses coparon las tres primeras plazas, "Reltaj2 y "Todo
Azul", se contentaron con las siguientes colocaciones.
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