Supongo que todos estáis más o menos aburridos sin carreras en España
hasta que empiece Pineda y con las grandes temporadas de liso
internacionales finalizadas, así que ahí va un modesto regalito de
navidad. El Derby de Epsom de 1934 fue recordado durante muchos años,
probablemente hasta 1986 cuando Shahrastani batió al gran Dancing Brave
en circunstancias parecidas, pero el de 1934 estuvo además ligado a uno
de lo mejores jockeys de todos los tiempos. Lo que sigue está resumido y
adaptado de un relato de John Welcome
Como tantas cosas en aquella época todo empezó con Steve Donoghue.
Encantador, irreflexivo, irresponsable hasta mas allá de la insensatez en
cuanto a sus obligaciones con propietarios y entrenadores y probablemente
el mejor jinete que se haya sentado jamás en una silla de carreras.
Había ido dejando tras él un rastro de contratos rotos y compromisos
incumplidos junto con un puñado de propietarios contrariados y furiosos,
algunos de ellos los más importantes del país. Por doquier había
abandonado montas comprometidas y usurpado las de otros jockeys. En 1921
se evadió de la retención de Lord Derby para montar a Humorist, sobre el
que realizó la quizá mejor monta de sus seis victorias en el Derby, pero
eso le hizo perder la retención del Lord y con ello las montas de
Sansovino e Hyperion, dos futuros ganadores de la carrera. En 1922
convenció a Lord Woolavington para quitar a otro jockey la monta de
Captain Cuttle sobre el que ganó la carrera, para el año siguiente
renunciar a su compromiso con el poderoso propietario a fin de subirse en
el favorito Papyrus y ganar su tercer Derby consecutivo.
Pero todas esas maniobras nunca le quitaron el favor del público. El
grito de “Come on Steve” resonaba en todos los hipódromos ingleses.
Era una celebridad pública y sabía que lo era y que podía permitirse
ciertas libertades. Cuando en 1921 vino a España para montar sin éxito
en Lasarte declaró que no le gustaba ni ese hipódromo ni las corridas de
toros. Mas famosa fue la respuesta que dicen que dio al manager de la
cuadra del rey Jorge V cuando solicitó sus servicios: “me gustaría
montar para Su Majestad, pero me temo que sus caballos no son lo
suficientemente buenos”
Todo ello tuvo que ver con lo que iba a suceder en 1934. Para entonces
Steve tenía ya cincuenta años, su retirada se aproximaba y estaba
desesperadamente ansioso por rehabilitarse montando a otro ganador del
Derby antes de colgar las botas. Durante 1933 se dio cuenta de que tenía
una oportunidad muy buena para lograrlo. Se trataba de un caballo llamado
Colombo, propiedad de Lord Glaney, un millonario industrial de origen
humilde que había recibido el título por sus méritos durante la guerra.
A pesar de la fortuna que Lord Glaney invertía en la compra de
yearlings, Colombo, hijo de Manna (sobre el que Donoghue había ganado el
Derby en 1925) y de Lady Nairne, una yegua no muy brillante, sólo costó
510 guineas. El potro tenía un difícil temperamento y el capitán Hogg,
entrenador privado de Lord Glaney, sabiendo que Donoghue no pasaba una
buena racha pero seguía siendo un maravilloso jinete, le pidió que
montara a Colombo en sus primeros galopes. Steve se hizo enseguida con el
potro que le causó una gran impresión. Sin embargo fue Gordon Richards
quien montó a Colombo en la mayoría de sus carreras a dos años, pero
como el jockey de más éxito en aquellos años tenía múltiples
compromisos, Donoghue le montó cuando ganó el Richmond Stakes en
Goodwood y su última carrera a dos años, el Imperial Produce en Kempton.
Colombo acabó la temporada imbatido y a la cabeza del hándicap libre.
Steve Donoghue podía presentir cuando se subía a un ganador del Derby
como ningún otro jockey, salvo quizá Archer y Piggot, y estaba
convencido que Colombo no sólo ganaría el Derby sino la Triple Corona.
Como Richards estaría obligado con sus contratos, se persuadió a si
mismo que la monta del Derby sería para él. Tan seguro estaba de ello
que no hizo ninguna sugerencia directa a Lord Glaney y en su típico
estilo “viva la Virgen” se marchó de vacaciones a Suramérica al
finalizar la temporada, sin dejar una sola dirección para localizarle.
Aunque tenía sus dudas, Lord Glaney intentó contactar con Steve a fin
de hacer planes para la temporada siguiente, encontrándose con que nadie
sabía donde estaba, ni se había oído hablar de él desde que dejó
Inglaterra. Y la primera noticia que llegó no complació precisamente a
Lord Glaney cuando supo por la prensa la respuesta que Donoghue había
dado por su cuenta y riego a un periodista suramericano que le preguntó
por el ganador del próximo Derby: “Colombo conmigo encima”.
Pudo ser esa osada declaración o pudo ser otro motivo, pero el caso es
que por esas fechas Lord Glaney se puso a buscar otro jockey para la monta
y aquí entra en escena el otro protagonista de esta historia, William
Raphael (Rae) Johnstone, un australiano que montaba en Francia. Johnstone
había llegado tiempo atrás para montar en Inglaterra, pensando que se
iba a comer el mundo, pero quizá por un cierto pasado de infracciones en
Australia, los comisarios se negaron a darle una licencia con el pretexto
de que no se concedían en esos meses. Mientras esperaba, Johnstone trabó
amistad con Steve Donoghue, quedando cautivado por su famoso encanto, y le
acompañaba con frecuencia a los hipódromos para conocerlos y verle
montar. Fue precisamente cuando ambos estaban en Paris, donde Steve
montaba en el Grand Prix, cuando Johnstone recibió la oferta para montar
en Francia.
Johnstone era de hecho un magnífico jockey, famoso por su sangre fría
en las montas de espera. El público francés le había apodado “Le
Cocodril” porque aparecía en el último momento comiéndose a los
demás caballos, pero esa impasibilidad no le serviría de mucho en los
sucesos que hicieron recordar por mucho tiempo el Derby de 1934. Cuando
Lord Glaney le ofreció la retención para montar sus caballos en
Inglaterra la siguiente temporada, incluyendo a Colombo, aceptó sin
dudarlo.
Al enterarse a su regreso a Inglaterra, Steve montó en cólera. Había
esperado con toda confianza que tendría las montas de Colombo y ahora
Lord Glaney no sólo se las ofrecía a otro a sus espaldas – así lo
creyó y lo dijo – sino que ese otro era un australiano recién llegado,
sin experiencia en las pistas inglesas y lo que era peor en Epsom. El
resentimiento de Steve no estaba justificado, porque no podía reclamar
ningún derecho de preferencia a Lord Glaney ni tenía ningún contrato
con él, pero en lo tocante a sus montas siempre se había portado como un
niño malcriado creyendo que todo lo que quería le correspondía por
derecho.
La temporada empezó triunfalmente para Johnstone y Colombo que ganó
el Craven Stakes con el estilo de un campeón, aunque los aguafiestas de
turno comentaron que no había batido a nadie. Sin embargo nadie dudó del
resultado de las Dos Mil Guineas donde Colombo partió como el favorito de
cotización más baja desde 1896. Colombo volvió a dar muestras de
temperamento, sudando en el paddock y remoloneando a cuatrocientos metros
de la meta. Johnstone tuvo que enseñarle la fusta y entonces Colombo
reaccionó batiendo al caballo francés Easton por un cuello. A pesar de
ello, Johnstone manifestó que el caballo había ganado gracias a que
tenía distancia, un comentario algo extraño en vista de lo que luego iba
a pasar en el Derby.
La poderosa preparación del gran Fred Darling en Beckhampton también
estaba barajando sus opciones al Derby. Darling pensaba que su mejor baza,
Mediaeval Knight, no tenía la suficiente calidad para ganar y compró
para Lord Woolavington a Easton, el caballo que Colombo acababa de batir
por estrecho margen en las Guineas, por una apreciable suma. La monta
sería para Gordon Richards como primer jockey de la preparación.
Pero Darling quería correr también a Mediaeval Kinght y no tenía un
jockey para él. Al enterarse que Steve Donoghue estaba libre le ofreció
la monta. A Steve mientras tanto se le había pasado la rabieta, al menos
aparentemente. Continuaba frecuentando la compañía de Rae Johnstone,
aunque incapaz de resistirse a sus usuales manejos, había puesto en juego
a sus espaldas toda la seductora simpatía de siempre para convencer a
Lord Glaney de que le quitara la monta de Colombo y se la diera a él.
Cuando vio que no iba a conseguirlo, aceptó la oferta de Fred Darling y
por segundo año consecutivo el jockey que más veces había ganado el
Derby (hasta que llegó Lester Piggott) vio su papel en la carrera
reducido al de humilde pacemaker.
Mientras tanto en Lambourn un joven entrenador llamado Marcus Marsh
ponía a punto para el Derby a Windsor Lad, un potro que había comprado
de yearling por 1.300 Guineas para el Maharajá de Rajpipla. Su origen era
netamente clásico, por Blandford y Resplendent que había ganado las Mil
Guineas y los Oaks irlandeses y fue segunda en los Oaks de Epsom. Windsor
Lad ganó la Chester Vase y el Newmarket Stakes sus dos únicas salidas
antes del Derby. En esa última carrera fue montado por Charlie Smirke que
acababa de terminar una sanción que le puso a pié por nada menos que
cinco años, si bien considerada por muchos como injusta. Su confianza en
el potro que también iba a montar en el Derby era grande y así se lo
avisó a Johnstone el día que se encontraron en el meeting de Chester.
Johnstone bromeó diciéndole que fuera por delante en Epsom para
enseñarle el camino hasta la recta. “De acuerdo Rae, iré por delante,
pero hasta la misma meta”
Al llegar el gran día la confianza en Colombo no había disminuido y
se cotizó 11 a 8, el mayor favorito en bastantes años. Lord Glaney
había declarado que lo único que podría batirle era la mala suerte y
antes de ir a las carreras reservó una cena de celebración en su
restaurante favorito. En el paddock Colombo presentaba una perfecta puesta
a punto pero otra vez dio signos de su temperamento, empezando a sudar y
mostrándose nervioso ante los preparativos. En un lote de gran clase el
peligro podía venir de Easton, Windsor Lad , Umidwar con Harry Wragg en
la silla e incluso de Mediaeval Knight que había ganado el Derby Trial de
Lingfield demostrando que tenía distancia y quizá apareciera la vieja
magia de su jinete en Epsom.
La presión sobre Johnstone era inmensa. Montaba al gran favorito y
corrían de boca en boca chismes sobre el resentimiento de los jockeys
ingleses que no iban a dejarle ganar; El caso es que Johnstone necesitaba
realmente alguna experiencia en la difícil pista de Epsom y muchos
piensan que recurrió a su amistad con Steve Donoghue para que le
señalase la mejor táctica durante la carrera. “tu sígueme justo
detrás y te pondré en el sitio bueno” dicen que debió decirle.
Colombo se había tranquilizado para cuando llegó a la salida. Las
operaciones no se demoraron y en cuanto se levantaron las cintas Steve
Donoghue llevó a Mediaeval Knight a la cabeza del lote junto a los palos,
con Johnstone siguiéndole justo detrás. A continuación, pero más hacia
el centro de la pista, se colocaron Smirke sobre Windsor Lad y Richards
con Easton. En Tattenham Corner el orden era casi el mismo, pero como a
menudo sucede en el Derby, las cosas empezaron a cambiar de repente.
Mediaeval Knight empezó a mostrar señales de ir incómodo. Smirke cuyas
reacciones para anticiparse a los acontecimientos eran instantáneas, vio
su oportunidad y la aprovechó. En un momento pidió una aceleración a
Windsor Lad para pasar a Mediaeval Kinight por la derecha, seguido por
Richards con Easton.
Johnstone que se dio cuenta de lo que pasaba una fracción de segundo
tarde, se encontró encerrado en un paquete de caballos. No podía hacer
nada salvo sufrir y esperar hasta tener un sitio para rematar por fuera.
En cuanto pudo así lo hizo y Colombo respondió con enorme valor. Llegó
hasta la grupa de Easton y empezó a adelantarle pero la meta se acercaba
y Windsor Lad estaba aún más delante. Era demasiado tarde; Windsor Lad
pasó el poste un cuerpo delante de Easton que a su vez sacó un cuello a
Colombo.
Nada más volver a balanzas empezaron las recriminaciones. Enseguida se
comentó que los jockeys ingleses se habían confabulado contra Johnstone
pero él mismo declaró que eso eran pamplinas. Lo que si opinaron con
fundamento los críticos, y siguió comentándose muchos años, es que
Johnstone había hecho una monta deplorable dejándose encerrar por seguir
a Steve Donoghue, y en seguida se extendieron en el mundillo del turf
comentarios más retorcidos sobre el papel que había tenido éste en lo
sucedido. “Si me hubiese dicho que le dejara pasar cuando me di cuenta
que mi caballo estaba batido, le habría dejado hueco” dijo Donoghue
después. Pero Quinny Gilbey el popular periodista hípico que conocía
bien a todos los actores del drama respondió con un ácido comentario:
“y un cuerno le habría dejado”
No había desde luego ninguna obligación por parte de Steve de
facilitar el paso al favorito y el mismo Gilbey expreso la opinión
controvertida de que el estar encerrado incluso favoreció a Colombo
porque no tenía la distancia y así tuvo el respiro que le permitió su
remate final. Eso no estaba nada claro y el mismo Johnstone había
declarado que Colombo ganó las Guineas como un stayer. Pero entonces
sorprende que no le montara con más decisión aguantando tanto tiempo
detrás de Steve Donoghue.
En cuanto a Steve sería injusto achacarle un plan preconcebido para
vengarse de Lord Glaney. Aún con su atrevido estilo de comportamiento, no
era hombre que recurriese a esas jugadas, aunque desde luego el no montar
a Colombo en un momento en que su estrella se apagaba y en que, como gran
gastador, pasaba incluso dificultades económicas, le había sentado como
un tiro, convencido de que le habían arrebatado injustamente la
oportunidad de coronar su carrera. Cuatro años después escribió en sus
memorias “si yo le hubiera montado (a Colombo) habría ganado en mano
por varios cuerpos”
Lord Glaney achacó simplemente a Rae Johnstone la pérdida de la
carrera y sus relaciones se estropearon hasta el punto que poco después
rescindieron el contrato y el jockey volvió a Francia. El siempre
pasional mundo del turf aprovechó para repetir que Johnstone nunca sería
un jockey de Derby. Todos estaban equivocados. Después de la guerra Rae
Johnstone ganó tres derbys entre 1948 y 1956 y estuvo a punto de vencer
en un cuarto, y además ganó tres Oaks sobre la pista de Epsom, mientras
que el gran Gordon Richards, segundo con Easton en 1934, tuvo que esperar
hasta 1953 para ganar su primer y único Derby. Sin embargo es
significativo que en todas esas victorias Johnstone jamás volvió a
colocarse en los palos y corrió siempre más cerca del centro de la
pista. La dura lección de 1934 había hecho su efecto.
FELIZ NAVIDAD AL FORO !!!
|