El brazo:
Siempre de un largo proporcionado a la espalda, el brazo es correcto
cuando su dirección -inclinada prudentemente hacia abajo- es paralela al
plano mediano del tronco. El codo debe quedar libre del tórax, sin
alejarse demasiado de la pared costal.
El antebrazo:
La belleza absoluta del antebrazo se resume en el largo y espesor de su
musculatura, la cual debe ser siempre hipertónica, bien destacada y
enjuta. El esqueleto del antebrazo debe ser largo, fino, compacto y unido
a la rodilla por una amplia superficie articular. Debe preferirse vertical
o con una insignificante desviación hacia el centro del cuerpo.
El ejemplar dotado de un buen antebrazo da siempre la impresión de
tener rodillas bajas, excepción hecha para los caballos muy nuevos; los
cuales, debido al desigual crecimiento de los huesos, se presentan de
antebrazo corto, rodilla alta y caña larga.
La caña:
La caña del caballo de carrera debe ser lo más ancha posible. Sus dos
bordes del perfil, formados por las aristas respectivas del hueso y los
tendones, deben ser estrictamente paralelos.
Como la rodilla, la caña es región, más bien, pasiva, de preferencia
destinada a sufrir el rigor del peso y de las reacciones durante el galope
de carrera.
Su ubicación distal, que determina pesantez a las palancas superiores,
obliga a la caña a disminuir su peso, construyéndose fina y
relativamente corta. Es este un proceso de adaptación necesario a la
velocidad.
La verdadera belleza de esta región radica en la proporcional
reducción del largo a favor del ancho total de la zona y del aumento de
longitud del antebrazo, el hueso compacto y el paralelismo de la cara
anterior de la caña con el borde posterior de la cuerda.
La finura del hueso está compensada con menor trabajo que la región
soporta al encontrarse dotada de un perfecto desarrollo de los tendones y
ligamentos anexos y seguida de una organización compensadora del nudo y
demás regiones elásticas de la cuartilla y del pie.
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