Por la apatía aparente que denota el proyecto de La Zarzuela en cuanto a
buscar la solución que defines como “formulación que esté ampliamente
amparada políticamente, lo que dará todas la garantías de las
inversiones privadas en esta industria del turf,” desde luego que
coincido en que el supuesto relanzamiento del hipódromo madrileño surge
a raíz de la candidatura olímpica de la capital de España, que no del
hecho de que la actividad del turf lleve varios años intentando levantar
cabeza en otros puntos del territorio nacional.
No obstante, independientemente de los fines que motiven la eventual
reapertura de La Zarzuela, no cabe duda de que tendrá un impacto
importante en el sector del turf en España aunque sea de forma coyuntural
y temporal aunque sólo sea por la mayor oferta de dotaciones para los
caballos entrenando actualmente en el país.
Aún así, coincido nuevamente en que la solución no está en iniciar
más proyectos de hipódromos. Que conste que el que suscribe hace tiempo
que mantiene la postura de que el espectáculo de las carreras en vivo es
un lujo para el que hay que conseguir un mecanismo de financiación que lo
haga lo menos ruinoso posible para sus protagonistas: propietarios y
preparadores.
Pero no deja de ser un lujo cuando podría perfectamente importarse
eventos hípicos de calidad del extranjero y apostársele en fondo común
para mayor satisfacción del público apostante: más dinero en juego. Un
lujo también porque no hay razón para que un propietario español corra
en España sin recuperar un cincuenta por ciento de su inversión, que
viene a ser el mínimo razonable en los mercados donde le turf está más
desarrollado.
El proceso lógico a seguir sería que el Estado liberalizase la
explotación privada del juego a los caballos, igual que lo ha hecho para
las susodichas salas de bingo citadas, pues por mucho empleo que generen,
tampoco dejan de ser explotaciones privadas al igual que lo sería un “Turf
Club Bar Agencia La Zarzuela” operado por nuestro contertulio Almazy.
Liberalizada la explotación de apuestas mutuas, los hipódromos
españoles tendrían una franquicia para subsistir. Que actualmente no lo
va a permitir el LAE, pues no lo voy a negar porque el primer sorprendido
fui yo cuando vi su 10% de participación en la nueva sociedad formada por
SEPI. Repito: ante la visible apatía para acometer el problema de
resolver la apuesta mutua intercomunitaria y con fondos comunes mayores,
podría entenderse que la actuación de LAE al participar en La Zarzuela
fue más bien defensiva que promotora.
Luego están las demás franquicias del sector del juego en nuestro
país, algunas con mayor solera y tradición que otras, pero a fin de
cuentas tan bien establecidas que no resulta fácil visualizar un mercado
del juego liberalizado donde la apuesta mutua a los caballos en fondos
comunes grandes se codea con lo que siempre ha jugado el público
español. Pero ya está ocurriendo. Cada vez se juega más por Internet y
por teléfono. Y no es un fenómeno únicamente español, ni mucho menos,
sino que todas y cada una de las empresas tradicionales del juego están
sufriendo en mayor o menor medida el efecto del “account wagering”
foráneo y del juego por Internet.
¿Que a LAE por el momento le da igual? No lo niego. ¿Que hay una
oposición importante a la liberalización del juego por parte de los
grupos más establecidos e influyentes, tanto estatales como privados, del
sector (entiéndase Bingos, Casinos, fabricantes y operadores de máquinas
de juego, etc.)? Por supuesto. Entonces se diría que es inútil esperar a
que el mercado se liberalice, ¿no? Pues no necesariamente.
Antes o después, llegará el momento en que el sector se liberalizará
por sí solo, y sospecho que paradójicamente será a nivel autonómico;
salvando precisamente el mayor obstáculo al que se enfrenta ahora una
explotación “nacional” de la apuesta hípica. De hecho ya sucede en
varios locales de la Costa del Sol y la Costa Blanca, donde se venden
ilegalmente apuestas hípicas de dividendo sobre carreras extranjeras.
¿Alguna vez les han intervenido la operación las autoridades? Lo dudo.
¿Qué tienen de diferente estos locales clandestinos de un individuo que
juega por Internet desde su casa con una cuenta de Betfair? Muy poco, la
verdad.
Entonces ¿qué debería ocurrir? Por el modo de actuar de los
responsables de Apuesta Mutua Andaluza, Fomento de San Sebastián y la
nueva sociedad Hipódromo La Zarzuela, podría decirse que el denominador
común, en cuanto a la apuesta mutua se refiere, es su condicionamiento
por el marco legal vigente en materia de comercialización de apuestas.
Huelga decir que a nivel autonómico “en todas partes se cuecen habas,”
y no menos cuando se trata de la explotación del juego, pero cabría
estudiar la posibilidad de autorizar a nivel autonómico una explotación
privada de apuestas mutuas sobre carreras de caballos empleando la mejor
tecnología para maximizar su atractivo comercial. Es decir, ¿podrían
venderse apuestas en fondo común sobre carreras extranjeras? ¿Podría
hacerse con la excusa de promover el sector hipódromo local en las CC.AA.
donde lo hubiera? ¿Alguien ha estudiado esta posibilidad? ¿Algún
partido político la ha promovido?
Salvar este primer obstáculo suscitaría muy posiblemente la reacción
inesperada de uno de los citados grupos inicialmente opuestos a potenciar
el sector hipódromo: los fabricantes y explotadores de máquinas de
juego. Actualmente estoy presenciando un proyecto de incorporación de
máquinas de juego en los 650 locales de apuesta externa de un hipódromo
extranjero con recaudación anual de $250 millones en apuestas mutuas.
Cada día llama un fabricante y explotador nuevo para presentar su
candidatura a operar el sistema, pues a ellos les interesa el proyecto
tanto como al hipódromo. Cuando Bugsy Siegel fundó el casino “Flamingo”
en pleno desierto de Nevada en 1946, no tardó en demostrarse que las
distintas formas de juego pueden ser complementarias y nació Las Vegas.
Si el producto es atractivo, todo depende de la presentación.
En 1995 Delaware Park habilitó una planta entera del hipódromo con
cientos de máquinas de juego. El local, muy bien acondicionado, tiene
acceso independiente y se puede acudir al hipódromo sin ver una sola
máquina, pero los ingresos generados no tardaron en verse: aumentó la
dotación de premios de las carreras en vivo en un 212%.
Por contrapartida, en Churchill Downs no habían logrado que el estado
les aprobase las máquinas de juego y en cambio su presidente Thomas
Meeker decidió sacar adelante un ambicioso proyecto de adquirir un
hipódromo de trotones local en quiebra y, aprovechando su localización
en Louisville, sede del mítico Kentucky Derby, acondicionarlo como
pabellón de simulcasting y recuperar la pista como centro de
entrenamiento para purasangres.
Conscientes de las limitaciones de no poder ofrecer apuestas deportivas
ni máquinas de juego, Churchill Downs apostó fuertemente por el “full-card”
simulcasting, o transmisión simultánea de carteles de carreras completos
de los principales hipódromos del país, construyendo el pabellón “Sports
Spectrum” (actualmente “Trackside”) de 7.400 m2 que costó $15
millones en 1992. Este centro de simulcasting no tardaría en establecerse
como modelo a seguir para muchos hipódromos americanos. Incorpora 300
monitores de TV, 60 pantallas grandes, y además el “Whirlaway’s”;
un impresionante local para apostantes serios, equipado con pantalla
gigante central rodeada de un mosaico de 24 pantallas, cada una con su
respectiva señal de carreras; servicio de hostelería y rematado con una
barra de 20 metros de largo.
En el “Trackside Kentucky,” como en cualquiera de los otros 11
establecimientos de la red Trackside, se puede apostar en fondo común a
los principales hipódromos del país; concretamente durante los 280 días
del año que no hay carreras en vivo en la ciudad de Louisville. Cuando la
nieve cubre la pista de Churchill Downs y los mejores purasangres del
país compiten en Florida y California, el Trackside recibe a la afición
local. De cada apuesta realizada, aproximadamente un 4% se devuelve al
hipódromo “huésped,” que envía su señal al centro, y un 14% del
fondo común se reparte a medias entre el hipódromo local y la dotación
de premios de las carreras locales.
Evidentemente, un establecimiento de estas características representa
una inversión digna de un mercado hípico como el de Churchill Downs,
pero cabe citarlo para resaltar la estrategia empleada por una sociedad
hipódromo en comercializar las carreras de caballos y recaudar apuestas
mutuas en fondo común fuera de su temporada en vivo. Churchill Downs
continuó aplicando la misma estrategia con éxito en 2 locales del estado
de Indiana en 1995 y 1998. Actualmente, los 12 establecimientos “Trackside”
representan el 77% de la recaudación total de apuestas mutuas de la
empresa y sus 6 hipódromos en Kentucky, California, Illinois, Indiana y
Florida.
Antes de que se califique de pura ciencia ficción este concepto y no
enteramente sin razón, resumiré lo dicho en los 3 puntos clave que a mi
entender tienen que aplicarse para que el turf salga adelante como
actividad económica viable en nuestro país:
1º Marco legal Estatal o Autonómico y/o liberalización del sector
del juego que permita establecer apuestas mutuas en fondo común con
hipódromos “huéspedes” de señales de carreras; es decir, una
concesión estatal o autonómica que establezca ventajas fiscales para la
explotación privada de apuestas hípicas que amparen una contribución
económica continuada al sector hipódromo local, principalmente en forma
de dotación a los premios de las carreras locales en vivo.
2º Licitación de la concesión a un grupo gestor experto, con
capacidad administrativa (acuerdos de transmisión con hipódromos) y
tecnológica (telecomunicación, hardware/software de venta de apuestas)
para establecer y totalizar los fondos de apuesta mutua, operar los
servicios complementarios del local(es) de simulcasting, dependiendo del
mercado en cuestión (hostelería, etc.), y facilitar/vender el material
correspondiente necesario para el pronóstico y seguimiento de las
carreras transmitidas (programas, etc.).
3º Ampliación del citado marco legal Estatal o Autonómico y/o
liberalización del sector del juego para permitir el “Account Wagering,”
o cuentas de apuestas mediante suscripción. El grupo gestor experto, con
capacidad administrativa y tecnológica permitiría a determinados
clientes adquirir suscripciones individuales para jugar a través del
hardware/software de venta de apuestas desde su domicilio mediante el
alquiler de equipo, etc.
Finalmente, decir que tanto el LAE como los citados grupos influyentes
del sector del juego español podrán oponerse a que el sector de las
apuestas a los caballos salga adelante, pero lo que es una realidad
innegable es que la competencia que ya supone el juego por Internet pronto
será un problema mucho mayor que supondría la liberalización del
mercado del juego en España.
Agradezco esta importante intervención de Naiboc y por mi parte espero
haber contribuido a un debate interesante.
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